Por Carlos Arias

A Rob le basta con poner las manos en el pecho de una persona para saber en el acto si la muerte está cerca o lejos. Este don lo convertirá en un “sanador” que, en plena época de oscurantismo, intenta desentrañar los secretos de la medicina, aun contra los mandatos de todas las religiones existentes.

Se trata de El médico (Alemania, 2013), una película histórica ambientada en la Edad Media, combinación entre aventuras, eṕica y drama, que narra el viaje iniciático de un aprendiz de médico, Robert Cole (Tom Payne), a partir de su infancia en la Inglaterra del año 1021, cuando es testigo de la muerte de su madre.

El protagonista recorre diversos lugares en el siglo XI, como seguidor de diversos maestros para aprender medicina, desde un barbero, curandero charlatán, a un médico judío, hasta llegar a Persia, donde se convierte en discípulo de Ibn Sina (Ben Kingsley), el personaje real llamado en español Avicena, con quien busca aprender los secretos olvidados de la ciencia médica de la antigua Grecia.

El médico (The Physian / Der Medicus) es una película realizada por el alemán Philipp Stölzl, adaptación de la novela del mismo título de Noah Gordon.

La película pone en práctica todos los recursos consabidos del cine histórico, especialmente el de utilizar una mirada actual para abordar hechos del pasado, como recurso para conseguir un impacto fácil.

Así, muestra la ignorancia de la medicina de la Edad Media (respecto de los conocimientos actuales), donde un padecimiento como apendicitis solía ser una enfemedad terminal, la cirugía estaba a cargo de los barberos y provocar un sangrado era una terapia para expulsar los “malos humores” que provocaban las enfermedades.

No falta una historia de amor, cuando en su viaje a Medio Oriente el protagonista se convierte al judaísmo, ni los villanos de turno, encargados de impedir que el héroe consiga sus objetivos, o hasta tormentas de arena por el desierto.

La película es muy larga (dos horas y media de duración) y no en balde ha sido considerada como un ejercicio de cine clásico, al estilo de las superproducciones del Hollywood de los años 50. Tiene todas virtudes y todos los defectos de los mega espectáculos épicos de aquella época: largas escenas dialogadas, aventuras y escenas de acción, dramas, pedagogía histórica y hasta moralejas en torno de la comprensión entre culturas y religiones diversas.