Por Josue Corro

Hablar sobre la relevancia e influencia del thriller

español en los últimos quince años, sería tan redundante como escribir sobre la

importancia que Alejandro Amenábar ha propiciado en este fenómeno del cine ibérico.

Ambos han ido de la mano, trabajando más sobre la psique del espectador, que en

efectos especiales. Esta alianza ha llegado a un momento en que se debe renovar

o morir: la fórmula que mezcla el terror, el drama con factores sobrenaturales,

comienza a caer en clichés y en giros de tuerca predecibles… como es el caso de

esta cinta. (Quepor qué mencionamos a Amenábar, porque es productor)

Y no me malinterpreten, El mal ajeno no es una clásica

cinta americana que produce un efecto soporífero: es una película decente que

explora la redención y las consecuencias del dolor en el ser humano. El mayor

problema es que el nóbel director Oskar Santos trata de abarcar tantas

subtramas y temáticas que es bombardeado por sus propias dudas existenciales.

Sí, Santos no sabe a qué darle más peso: si a la

historia de un doctor con el don de curar enfermos con un solo toque (Eduardo

Noriega), la relación con su familia, su temor a recibir este "regalo" que nunca solicitó… o las historias de algunos

pacientes (entre ellos la hermosa Belén Rueda). Las actuaciones son planas,

pero efectivas; Noriega aún carga con el peso de sus primeros trabajos (a lado

de Amenábar) y no logra despegarse de su rostro afligido que parece sólo

expresar este sentimiento. Sin embargo, es el guión el que nos atrapa y al

mismo tiempo nos decepciona. El tratamiento inicial es atractivo, tiene un buen

inicio con la presentación emocional de los personajes, pero justo cuando

intenta realizar alguna reflexión sobre el frágil balance entre la vida y la

muerte; el director recordó que realizaba un thriller y no un drama existencial. Lástima

que no pudo entender que se podían mezclar los géneros.

Aún así, la forma en que Santos presenta su ópera

prima es estética y con una estructura bien confinada: sigue la tradición de presentarnos

encuadres cerrados y una música que provoca el único fin de este tipo de cintas…

que de un momento a otro nos sintamos inseguros en una sala de cine.

La bella adrenalina de un buen susto. Eso es todo,

no aspires a ver algo más.