Al hablar de las películas de Clint Eastwood como director-actor es necesario ir por un pañuelo desechable. Si algo sabe este octogenario maestro es como realizar buenos dramas oscareables que siguen la formula de: viejito gruñón mentor-alumno rebelde.

Y no lo criticamos por esto, porque aunque sabes de antemano lo que verás en pantalla, Eastwood siempre logra sorprendernos, y se agradece. Es un maestrazo, insistimos.

En El gran Torino, es Walt Kowalski, un veterano de Corea, que es viudo, tiene una actitud xenofóbica y cuya mayor posesión es un Gran Torino modelo 1973. Cuando uno de sus vecinos Tao, un chico migrante, trata de robar su auto, Kowalski en vez de reprenderlo lo intenta llevar por el buen camino, y al mismo tiempo reforma su vida, y su mirada, transformándose en una especie de vigilante vecinal. La actuación de Eastwood es melancólica y convincente.

Y como es su estilo, nos vuelve a sorprender.