PorJavier Pérez

El dictadorquizá sea la película más sólida de Sacha Baron Cohen (Borat,Bruno). No deja de lado su irreverencia, aunque parece menos agresiva. Tampoco la visceralidad de su humor verbal y visualmente escatológico (las axilas de Anna Faris, el alumbramiento del bebé, por ejemplo). Ni la crítica frontal a las dictaduras y los estereotipos sociales consiguiendo una sátira política sólida y divertida en la que incluso hace referencias a Charles Chaplin, Buster Keaton y los hermanos Marx.

Baron Cohen interpreta a Aladeen, el dictador de Wadiya, un país ficticio al norte de África que toma parte de Egipto y Sudán. Viaja a una reunión en las Naciones Unidas y ahí, tras ser traicionado por su ministro de Seguridad (Ben Kingsley), consigue escaparse de su torturador –que le quita su característica barba– y llegar a las calles tomadas por los activistas contra su dictadura. Zoey, una de las participantes que además tiene una tienda de productor orgánicos, lo toma por un refugiado político víctima de los atropellos de su gobierno.

Es admirable la capacidad de Sacha para mantenerse en la delgada línea que separa el humor de la burla en temas como el racismo, el antisemitismo y la misoginia. Larry Charles, el director, supo guiar a un Baron Cohen acostumbrado a excentricidades mientras sigue una historia con giros dramáticos (incluso amorosos) e interactúa con actores profesionales. Y aunque se sostiene en la misma fórmula de los dos filmes anteriores –el extranjero que llega a los EU–, la mancuerna sigue entregando buenos resultados.