Por Iván Ramírez @twilightmanmx

La idea de una película donde una pobre familia es atormentada por una pandilla de espíritus malignos que serán rescatados –o no– por el dúo de demonólogos más famosos o publicitados del mundo parece ser una formula ganadora.

Basta con mencionar que una película que involucra un caso de Ed y Lorraine Warren –los demonólogos que han inspirado varias decenas de películas basadas en sus investigaciones, la más famosa Amityville en todas sus versiones–, eso sugiere que te vas a cagar de miedo en cuanto te acomodes en la butaca.

Yendo por partes, la cosa es más tranquila. La película se basa en la historia real de la familia Perron conformada por el Carolyn (Lili Tylor) y Roger (Ron Livingston) y sus cinco hijas quienes invierten todo su dinero en una vieja casona que a los pocos días comienza a mostrar actividad paranormal. Hartos y asustados recurren a Ed (Patrick Wilson) y Lorraine (Vera Farmiga) Warren para que les ayuden a vivir una vida normal. Para ayudarlos les sugieren un exorcismo a la casa, pero para realizarlo primero tienen que recolectar evidencia de que en efecto la casa está embrujada.

La belleza de esta película es que apela a uno de los sentimientos más básicos de la humanidad: el miedo –parece una obviedad pero no lo es–. El director James Wan no apela al susto barato que te arranca brinquitos en el sillón –y con el que se daba vuelo en películas como Saw–, sino que se trata de un miedo sutil y trabajado durante gran parte de la trama.

Al principio de la película los Warren explican que las entidades demoníacas primero se alimentan del miedo para poder poseer a una persona. Tal parece que esa explicación fuese utilizada como hilo conductor y formula para asustarte.

El problema, o lo efectivo según como lo quieras ver, es que se trata de un miedo que anida y se queda latente para cuando termina la película.

Esas escenas que ha logrado clavar en tu memoria sin que te des cuenta, ésas que se van contigo aún cuando ya abandonaste la sala del cine y te vas a casa, como la mujer que aparece agazapada sobre un viejo ropero y se deja caer al piso; o el pequeño niño con ropa antigua que aparece a la espalda de los protagonistas que dan cuerda a una caja musical con un espejo –guiño que hace el director a su obra más conocida: Saw–; incluso las manos pálidas de un supuesto espíritu demoniaco que salen de la oscuridad y aplauden para integrarse a un juego familiar que se torna bastante tétrico.

Bajo esta línea la película parece de efecto retardado, durante la primera parte parece que la película va a comenzar realmente en cualquier momento y para cuando la acción es realmente escalofriante la película termina. El daño está hecho, el miedo se ha metido en tu cabeza y hará efecto en esos momentos de soledad, bajo las sábanas y en la oscuridad.