Por: Josue Corro

Cuando veas

esta película, te vas a sentir como un niño de 10 años que aún cree en Santa

Claus.

Y de pronto

descubre la verdad: una gran decepción, un engaño monumental.

Es que no

es justo que Kevin Smith, ese regordete y geek director de culto pop, que nos

ha regalado joyitas indie como Clerks, Mallrats o Chasing Amy, haya aceptado este proyecto, que lo único que

tiene "su toque" son las referencias al béisbol, los cómics o sus diálogos

cargados de índoles sexuales. Porque el resto de la cinta, es una broma a su

carrera: Dos inútiles en patrulla no es una película de acción, ni tampoco una

comedia; sino un homenaje muy mal logrado a todas las obras de antaño acerca de

parejas de policías. Mejor conocidas como bud movies.

Los

protagonistas (Willis y Morgan) son una versión un poco más divertida que los

de Arma

Mortal, pero menos espectaculares que Una

pareja explosiva. Son simplemente dos actores que usan sus virtudes de una

forma escueta, para darle sentido al a una trama que no tiene ni pies, ni

cabeza. Por ejemplo, Willis, utiliza su pasado de héroe de acción para

justificar su gallardía contra unos mafiosos mexicanos; por su parte, Morgan y

sus gesticulaciones, dan el comic relief que sustenta buena parte de esta

cinta. Y lo aclaro: la película es divertida. Divertida si tienes menos de 25 años,

conoces términos como footjob, gang bang o Dirty Sánchez, y sobretodo si estás

dispuesto a matar tus nueronas con un film dominguero.

Porque Kevin

Smith antes de ser un director, es un cinéfilo y conoce sus puntos débiles, por eso no se preocupa por filmar grandes secuencias de acción (porque

no lo sabe hacer, es como decirle a Michael Bay que filme una película silente), o de tener una historia coherente (el guión ni siquiera es

suyo). De hecho, parece que la historia se la escribieron los hermanos Almada: estos

policías se enfrentan a la mafia mexicana, la cual habla con acento

portorriqueño y vive en una casa Infonavit de Iztapalapa -aunque la historia se

desarrolla en Nueva York-, por una tarjeta de béisbol que vale miles de dólares.

Ven, se los

dije… absurda. Lo único que le importa al director, es que el público se

entretenga con gags patrocinados por Morgan, o con un puñado de personajes

secundarios que se roban la cinta: Sean William Scott, como un ladrón verborreico

y con un conocimiento tan exagerado de términos sexuales, que parece ser la

Wikipedia del porno; así como un niño ladrón de autos que es hilarante. Ojalá

pudiera decir lo mismo de Ana de la Reguera, quien es desangelada, no habla en

inglés, y sólo tiene la función de ser el atracitivo visual, como si su papel consistiera

en parecer la hermana menor de Penélope Cruz.

Y como

niños que nos enteramos de LA VERDAD sobre Santa y los Reyes, lo único que nos

queda es la nostalgia. Así habrá que recordar la filmografía de Kevin Smith (Cuyo

twitter es @thatkevinsmith, síguelo, es bastante divertido y si hablas con él de deportes o

cómics, te contesta), sin estos dos inútiles en patrulla.