Hey hey, atención: si no eres un estudiante de preparatoria, deja de leer, ahora… al menos que te interesen los temas fúnebres, retorcidos y lleno de adolescentes-en-peligro que esta saga (¿quién diría que iban a llegar a cuatro cintas?) nos ha acostumbrado durante los últimos años. Durante esta década Destino final ha sido un festín de sangre y burla hacia la muerte, que si algo hay que agradecer, es que ha tenido secuencia muy hechas (sobretodo “las del accidente”: avionazo, choque en la carretera, montaña rusa averiada) y unos decesos en pantalla memorables.

En esta entrega (fimada en 3D), el “clímax” se desarrolla en una carrera de autos, donde Nick tiene esa famosa premonición: un percance en la pista hará que algo pase en las tribunas, matando a sus amigos y que una parte de las butacas caigan sobre él y lo maten. Total, despierta de este sueño profético y convence a su novia y a sus amigos de salir del estadio. A regañadientes le hacen caso y ¡zas!, que lo había predicho se cumple. Pero la muerte le pisará los talones y ahora Nick y compañía deberán hallar una forma de engañarla. Si cómo no.