Por Alejandro Fuentes

Digámoslo rápido y de forma sencilla: la combinación testosterona-recursos-cine tiene en esta película otro representante. Una vez más: oootro representante. Porque por acá a la mercadotecnia se le ocurrió vendernos la aparición de Diego Luna como un motivo suficiente para verla, pero al hacerlo descubrimos que el papel del mexicano es apenas circunstancial y en realidad se trata de ooootra de esas películas gringas en donde un malo se vuelve bueno y debe regresar al redil de la maldad para hacer algo bueno en nombre de un bien superior: su familia. Ok, el estereotipo de la familia feliz americana. Sí, se trata de una película malita, pero, vamos, siendo sinceros, es muy difícil encontrar una película de acción gringa que realmente sea una joya, por lo que uno va a ver estas producciones esperando explosiones, actos heroicos y muchachos malos y musculosos rompiéndose la cara.

Aunque, la verdad, tampoco abunda la acción. Es más, el argumento no tiene esos giros sorprendentes que provocan cambios al final. Chris Farraday es lo que le pidió la película y no más. Para ser justos, tampoco se trata de una de esas producciones terribles que terminan volviéndose cómicas. Lo más relevante para un argumento de este tipo es que se haya juntado tanto y tan buen talento actoral. Ahí es donde podría justificarse el boleto. Porque de otra forma, quizá sólo es cuestión de tiempo para que esta película se vuelva una de esas que se repiten hasta la saciedad en la televisión.

Quizá lo único que falta por decir es que Contrabando es un remake de una película islandesa, Reykjavik-Rotterdam. Así las cosas, habría que conseguir la versión original para saber si se le hizo justicia en la nueva. Sinceramente, nosotros no saldremos corriendo a hacerlo.