La planeación, ejecución y consecuencias de un robo han sido siempre de gran atractivo para el cine, acto que trastoca la moral del espectador al volverlo parte de un grupo de criminales organizados. En muchos filmes, no solamente el acto criminal se consuma, sino que quienes lo cometen son personajes de gran simpatía para el espectador. Este es el caso de Cómo robar un millón de dólares (William Wyler, 1966), mezcla de thriller y comedia en el que Audrey Hepburn se convierte en una ladrona de arte para, irónicamente, mantener limpio el buen nombre de su padre estafador