La primera vez que el director argentino Pablo Trapero se comunicó con Emir Kusturica para pedirle que actuara en una película había algo de estrés y de incomodidad en el pedido.El director serbio deUndergroundyTiempo de Gitanosse iba a interpretar a sí mismo en la pantalla grande, convertido en un borracho patético, neurótico y pasional, sólo domesticado por la música.

Trapero, un joven realizador del “nuevo cine” argentino, le habló por teléfono sin saber cómo iba a reaccionar. Después de un momento, Kusturica respondió con un acento centroeuropeo muy marcado: “Don’t worry my friend, I’m gonna be your best actor”.

“Cuando dijo que sí fue una sensación de mucha alegria, pero era un gran compromiso, no sabíamos cómo iba a resultar dirigir a un realizador con mucha más experiencia, en un papel de ficción que además no le era favorable”, recuerda Trapero.

Lo que resultó fue el cortometraje “Jam Session”, una de las historias incluidas en la película 7 días en La Habana, que reúne a siete directores de renombre para contar historias de la capital cubana.

El realizador serbio, ganador de todos los premios internacionales por sus películas y además músico al frente de la No Smoking Orchestra, viajó a La Habana y trabajó durante una semana con Trapero y con su coprotagonista, el sonero cubano Alexander Abreu.

“Era una apuesta importante tenerlo como actor, también fue muy generoso de su parte animarse a jugar con esta imagen que inventamos para la ficción, fue un proceso de compartir, aprender y disfrutar de hacer una pequeña película juntos”, comenta el realizador.

La primera elección de los productores no había sido Kusturica sino otros directores del gran cine y también jazzeros, como Woody Allen, quien se excusó de participar, y hasta Martin Scorsese, quien tampoco accedió a hacerlo. En vista del resultado, Kusturica resultó la mejor elección posible.

“La idea original era hacer un homenaje a una figura del cine importante, entonces hablando con los productores, cuando se acercaba la fecha, pensamos en Emir, porque es una persona que siempre ha manifestado su cariño por Cuba, y porque también tiene relación cercana con Argentina y con la música”, explica Trapero.

Pablo Trapero es uno de los mejores realizadores del cine joven argentino, con cintas de primer nivel como El Bonaerense, Carancho y Elefante Blanco, su más reciente estreno en México.

Sus películas hasta ahora sólo habían estado ambientadas en Buenos Aires, con personajes populares al borde de la delincuencia que se las rebuscan para sobrevivir. Su encuentro con Kusturica tiene mucho de ese estilo, pero sumado a la marginalidad folclórica del serbio, con música a todo volumen, borracheras y pasión desbordada.

“Fue un desafío ir a una ciudad como La Habana, con un equipo que era mitad español, francés y parte cubano, una mezcla de personas de distintos lados. Aprendí de esa expreriencia que se pueden contar cosas aunque no sean tan cercanas”.

Por ahora, los proyectos de Trapero implican una cinta ambientada en la zona boanerense sobre el llamado Clan Puccio, la historia real de una familia acomodada que secuestraba y mataba a empresarios por dinero, pero además prepara un proyecto para realizar una película en la India, donde asumirá otra vez el desafío de llevar sus personajes a terrenos inexplorados.