Ira FrancoPorque lo adoramos alguna vez, le rogamos
que le echara más ganitas, pero Tim Burton lleva dándonos atole con el dedo
poco más de una década. En mi opinión (siempre, siempre cuestionable), el
último filme en donde echó toda la carne al asador fue Mars Attacks! (1996). Al
menos en esa película se asomaba el niño Burton, con un ligero grado de autismo
-su mujer actual, la actriz Helena Bonham Carter, asegura que Burton tiene un
mal diagnosticado síndrome de Asperger, de donde viene buena parte de su mundo
privado-. Lo terrible es que a lo largo de los años, ni el Asperger ha podido
hacer que ese mundito se vuelva sustancioso.

Desde el estreno de Sleepy Hollow (1999),
Burton olvidó que para ser autor hay que cultivar las obsesiones y echarse un
clavado en los dolores en lugar de evadirlos. Al principio le perdonábamos sus
obvios rip-offs de candor obscuro y subtexto gótico a la obra de autores como
Edward Gorey, el Dr. Seuss y hasta F. W. Murnau; celebrábamos su arqueología
cultural como una respuesta al olvido en que suavemente caen algunos y lo
hacíamos porque sus personajes guardaban una pizca de alma. Luego nos salió con
que el alergénico Mark Wahlberg (Planet of the Apes, 2001) era un héroe
simpático (ajá) y con que ver cantar a un Johnny Depp ojeroso (Sweeney Todd,
2007) tenía onda. Bostezo. Gran Bostezo.

No quiero sonar rígida pero si lo que
Burton declaró en una entrevista al principio de su carrera, «No me gusta leer,
mis influencias son pictóricas», es cierto, es justo del pie del que cojeará
por el resto de su vida: no sólo no le gusta, sino que no sabe leer, en el
contexto para un cineasta; uno que ya no parece tener guiones originales bajo
el brazo y que por más reciente gracia se le acusa de meterse en la madre de todos
los líos: adaptar el clásico ejem l-i-t-e-r-a-r-i-o Alicia en el país de las
maravillas, Burton se mantiene interesante para la gran audiencia, aunque
empieza a ser chamboncito y olvidable en el curso de la historia del cine. Uno
desearía, por aquellas grandes pelis del principio, que se pusiera a leer.

Ira Franco reconoce que verá Alice in Wonderland con abandono estético
y en 3D, sin esperar ningún sobresalto (aunque hojeará la novela en casa).