Por Alejandro Alemán

"Nunca he tenido

un orgasmo" le confiesa una paciente a la muy exitosa ginecóloga

Catherine Stewart, misma que responde con cierto desdén: "Los orgasmos

son sólo simples contracciones musculares, nada extraordinario".

Con esas ideas sobre

la vida, no es de extrañar que Catherine (interpretada con la usual

maestría por Julianne Moore) se haya convertido, de la noche a la

mañana,

en una celópata incorregible que sospecha constantemente de su marido

(David, interpretado por Liam Neeson). Catherine desconfía de todas,

desde las guapas meseras que los atendieron en un restaurante, hasta

de las alumnas de su esposo.

Desesperada, Catherine

contrata a una escort, "Yo solo atiendo hombres, o parejas"

le dice la hermosa rubia que se hace llamar Chloe (Amanda Seyfried

intentando

quitarse su imagen de niña dulce). Catherine le propone a Chloe tentar

a su marido y así corroborar sus sospechas. Las cosas, como es de

esperarse,

terminarán siendo mucho más complicadas.

De esto va la más

reciente cinta de Atom Egoyan, director Canadiense y otrora provocador

profesional. Su cine siempre se desarrolla en los linderos de lo

erótico,

lo sexual, lo obscuro, lo perverso. Egoyan es un director sin tabúes,

que le da al sexo el peso que debe tener en la psique de sus personajes.

Pero el tiempo pasa,

la gente cambia y lo que antes era provocador y atrevido, ahora se puede

convertir en algo soso e incluso aburrido. La historia de Chloe se

demasiado

a muchas otras que ya vimos antes, desde un Fatal Attraction

(Lyne, 1987), pasando por Basic Instinct

(Verhoeven, 1992), o cualquier otra cinta donde una femme fatale sea

la protagonista.

No hay nada en esta

cinta que la haga diferente a las demás; a no ser, claro, la muy

comentada

escena entre Moore y Seyfried; una escena que sin ser gratuita, tampoco

justifica la compra del boleto (del bluray tal vez… por aquello del

HD).

A falta de una historia

interesante, sólo quedan las actuaciones, que no demeritan. Julianne

Moore lo hace excelente como siempre y Seyfried por momentos convence,

excepto quizás cuando la lencería hace evidente lo flacas que están

sus piernas.

Yo recordaba que el

cine de Atom Egoyan era mucho más intrigante, obscuro e incluso

perturbador,

aquí se ha perdido mucho de ello, al grado que por momentos esto parece

una cinta softporno de esas que pasan en los canales de cable.

Triste destino para alguien que solía ser incómodo para ciertas

audiencias

y que ahora se debate en los linderos… del sueño.