Por: Alejandro Alemán

Los cineastas mexicanos de la vieja

guardia son, en su mayoría, huesos duros de roer. Estos personajes

aprendieron a hacer cine desde la resistencia y muchos de ellos no han

cambiado sus métodos, su estética ni sus temas, simple y sencillamente

no saben hacer cine de otra forma; piensan que México sigue siendo

el mismo de los años sesenta o setenta.

Una leyenda de aquellas épocas -de

cuando hacer cine no estaba de moda- es Felipe Cazals; personaje duro,

incansable, envenenado (como el mismo lo dice) por el cine. El tamaño

de la voluntad cinematográfica de este hombre no conoce límite: después

de dos intervenciones quirúrgicas (una de ellas al corazón), se dio

apenas dos meses de descanso para de inmediato irse a filmar a la sierra

de Durango. "Es difícil vivir sin la mística de la filmación"

dice un Cazals que está a punto de alcanzar los 73 años de edad y

más de 40 películas filmadas.

Con Chicogrande,

Cazals -al contrario de muchos de sus contemporáneos, como Ripstein-

se muestra como un director actual que no se ha quedado estancado en

la estética y los temas de sus años de gloria. Si no fuera porque

su nombre está en el cartel, ésta película bien podría haber pasado

como de cualquier otro cineasta mexicano contemporáneo (si, de un Cuarón

o de un Iñarritu).

Chicogrande, basada en un cuento

corto de Ricardo Garibay, narra un episodio real de la historia de México:

la expedición punitiva que Estados Unidos lanzó sobre México en 1916

con el objetivo de capturar a Pancho Villa. Los gringos, comandados

por el Mayor Butch Fenton (Daniel Martinez), no logran encontrar a Villa

y están desesperados, no soportan estar en México, no soportan su

clima, y no entienden la lealtad de la población hacia el general.

"Villa está en todas partes y en ninguna".

Lo que los gringos no saben

es que Villa está herido y escondido. Chicogrande (Damián Alcazar)

es uno de sus hombras más cercanos y bajará de la sierra con el objetivo

de encontrar un médico para el General. Pronto se encontrará con Fenton,

poniendo a prueba su lealtad hacia Villa.

Pero tranquilios, ésta no es la clásica

cinta que te recetarían en la clase de historia de la secundaria. Cazals

no intenta ser docto ni mostrar ideología alguna; aquí los personajes

históricos no son de bronce, es más, Villa sólo sale en una escena.

Lo que le interesa al director en Chicogrande es mostrar a ese pueblo

dispuesto a dar su vida por el Pancho Villa. ¿Qué otro hombre (aparte

de Zapata) ha provocado tanta lealtad en un pueblo?

La película está filmada cómo si

fuera un western: los caballos como medio de transporte y sobrevivencia,

los personajes son simples (los buenos contra los malos) y hay economía

de diálogos. El paisaje y la música son los otros protagonistas, pocas

veces una película mexicana se ha permitido retratar con tanto color

el paisaje mexicano. El aspecto más controversial es el uso de actores

mexicanos interpretando a norteamericanos. Cazals se justifica diciendo

que ello se debe a una pequeña venganza: "en los westerns siempre

ponían a gringos haciendo el papel de mexicanos".

Increíblemente cercana al look

& feel de There Will Be Blood (Petróleo Sangriento) de Paul

Thomas Anderson, con actuaciones bien logradas y una hermosa fotografía,

Cazals entrega una cinta equiparable a sus tres grandes clásicos (Canoa,

El Apando y las Poquianchis), reclamando como propio, una vez más,

el mote que todos anteponen a su nombre: "maestro".