El australiano con corazón de
chilango que conquistó el festival

Por: Alejandra Musi

Si hay algo triste es ver cómo los rincones que
ayer estaban repletos de gente ya sólo cuentan con los periodistas que,
fieles a la causa, deciden quedarse hasta el último minuto para conocer
de primera fuente la decisión del Jurado. Con los cables de agencia que
viajan a la velocidad de la luz, ya no hace falta estar aquí para
"cantar los premios" como se hacía antaño.

Es el amor al arte y a ver la culminación de 12
días de estrés, especulaciones y discusiones de café lo que nos hace
permanecer en la sala de prensa en la que por primera vez hay alguna que
otra silla vacía.

Sin embargo, no hay nada más mágico que el
momento en el que, a las 7 de la tarde en punto empiezan a llegar todos
los protagonistas del Certamen al Gran Teatro Lumiére y los periodistas
nos desplazamos a la Sala alternativa llamada Debussy, para observar la
última gran película del Festival: la de la entrega de los Galardones.

Es ahí en dónde se da rienda suelta a las
pasiones. Sobre todo, cuando un compatriota se hace con un gran premio.
Es como si compartieras ese momento de gloria. Como en el caso de
Michael Rowe, el director de la cinta mexicana Año Bisiesto
que según su cara no se esperaba recibir la
Cámara de Oro de este año, el máximo galardón para una opera
prima
en el Festival
. Gael García, Presidente del Jurado en esta
sección, sonreía al entregárselo, satisfecho con su decisión.

El otro gran momento llegó con Javier Bardem y
su declaración de amor a Penélope
. Agradeció a todos: madre, hermanos,
Iñárritu, equipo de trabajo, maestros. Y al final, cuando todos pensaban
que no se lanzaría cambió el tono de voz, el inglés por el español y lo
dijo a los cuatro vientos, "y este premio se lo dedico a mi compañera y
al amor de mi vida: Penélope". Las lágrimas de Cruz hicieron que en la
Sala Debussy se escuchara un, "ooohhh".

Después de que la bella Juliette Binoche
recogiera también su galardón a Mejor Actriz llegó veredicto final. Y,
pese a que todas las quinielas apostaban por Another Year, de Mike Leigh, la Palma de Oro fue para el
tailandés Apichatpong Weerasethakul y su surrealismo tailandés en la
cinta Lung boonmee raluek chat.

Tras conocerse los nombres todos corren a la
Conferencia de Prensa. Es más el morbo de ver la Palma de Oro a unos
milímetros que lo que puedan decir sus ganadores.

"Estoy emocionado, esto es un gran privilegio",
suelen ser las líneas comunes a todos y que este año tampoco faltaron.

Después de enviar la última nota llegan los
suspiros, los abrazos fraternales y las gracias a todos los rostros que
cada año se hacen habituales en el Festival.
Se apagan las luces del
Palais y al salir por la puerta se ve ya cómo, en un despliegue de
perfecto orden, la Alfombra Roja se empieza a levantar.

Es el momento de hacer balance de lo vivido: 12
películas vistas, 9 entrevistas realizadas, 5 fiestas, 3 cócteles, 1
comida con el Alcalde de Cannes (y otros mil periodistas invitados), 13
paninis, 7 sándwiches, 4 crepas, 5 horas promedio de sueño al día, etc.

Ahora sólo queda hacer las maletas y quedarse
con el consuelo de que el año que entra, habrá otro Cannes.