Por: Hugo Juárez (@poketronik)

En la secuela de Buscando a Nemo, Dory comienza a tener algunos ‘flashazos’ sobre su pasado y sobre su familia, de la cual se separó en cierto momento, y eso la perturba, porque quiere saber más pero su trastorno de pérdida de memoria a corto plazo no se lo permite. Con ayuda de Nemo, Marlin y otros amigos del mar, deberá cruzar otra vez el océano para encontrar a sus padres, pero al mismo tiempo tal vez encontrarse a ella misma.

Buscando a Dory sigue la fórmula que hace 13 años llevó a la cima a su antecesora, lo cual, en medio de una tendencia de falta de identidad de las más recientes películas animadas, llega a ser incluso, e irónicamente, hasta refrescante. Una vez más, tenemos el esquema clásico de un héroe (en este caso bastante particular y carismático) que emprende un viaje de autoconocimiento y reencuentro con su pasado, con muchos obstáculos en el camino y la ayuda de otros personajes.

Aunque parece que Buscando a Dory es ‘pan con lo mismo’, desde los primeros minutos te darás cuenta de que tal vez en el fondo lo sea, pero no en la forma, que es lo que en este tipo de películas importa.

De entrada, te vas a sorprender de la excelente manera en que Pixar logró unir la trama de las dos películas, pero lo mejor de todo es que estas conexiones se repiten a lo largo de la trama, de manera muy sutil pero clara, para que los que nunca vieron Buscando a Nemo (¡¿existe alguien que no la haya visto?!) no tengan problemas para entender esta nueva película.

Así mismo, esta nueva trama se centra mucho más en el pasado, en los “flashbacks” de Dory y en una búsqueda mucho más clara de su identidad, a diferencia del viaje de Marlín en la primera película, donde “sin querer” va descubriendo cosas centrándose en la búsqueda de Nemo y en su presente y futuro sin él.

Me sorprendió el carisma y la gran dedicación que pusieron los guionistas a la personalidad de los nuevos personajes secundarios: todos tienen un carácter, todos tienen sus momentos, todos brillan, a todos los vas a querer, y no hay un villano como tal. No hay nadie que esté de más, hasta los pequeños bufones, que en este caso son las focas, te sacarán varias sonrisas.

Si bien el guion es muy simple, nunca pierde la frescura, está muy bien hecho, y aunque el final es predecible, tiene giros de tuerca que por unos segundos te harán dudar.

El doblaje al español está estupendamente hecho y conserva la mayoría de las voces originales, así que ve a verla traducida sin miedo a que a alguna estrellita de youtube le haya arruinado la voz (y por ende, la personalidad) a Dory o a Marlín. Incluso, Silvia Navarro, la “famosa” más notable que participa en la película como la tiburón ballena miope Destiny, está muy bien dirigida.

Buscando a Dory es un viaje de regreso al Pixar clásico, al de las historias simples pero efectivas, al del humor sin pretensiones ni moralejas complicadas, al de los mensajes familiares con un toque de autoconocimiento e identidad. Es una gran secuela con muchos elementos familiares excelentemente implementados y llenos de nostalgia para los que vieron “Nemo”, pero también una historia fuerte para los que por primera vez conocerán a estos personajes. Una lección sobre creer en ti mismo a pesar de tus limitaciones.

Nota al pie: el corto que verás antes de la película, ‘Piper’, pasa sin pena ni gloria, con algunos momentos de ternura, aunque su calidad estética es notable. Si llegas tarde a tu función, no te perderás de nada.