–Por Oswaldo Betancourt L. @rockswaldo

Howard es un exitoso ejecutivo de publicidad que tiene como ejes de su trabajo al amor, la muerte y el tiempo. Tras un discurso ante sus empleados, este hombre lleno de energía se transforma en un ser deprimido tras la muerte de su hija. Sus tres colegas más cercanos lo obligarán a encarar su sufrimiento y salvar el negocio, mediante un plan que consiste en contratar a tres actores para que personifiquen a las tres abstracciones.

La actuación de Will Smith es buena, es fácil conectar con su dolor. Sin embargo, el protagonista casi no interactúa con el amor, la muerte y el tiempo, sólo tiene dos encuentros con cada uno de ellos, lo cual impide que se dé un desarrollo emocional gradual, su estado cambia drásticamente entre un encuentro y otro. Además, no se explota una línea de su historia, en la que busca ayuda en un grupo de personas que también han perdido a un hijo.

Cada uno de los tres colegas, a cargo de Kate Winslet, Edward Norton y Michael Peña, está en una situación en conflicto con una de las tres abstracciones, que por cierto son interpretadas por Helen Mirren, Keira Knightley y Jacob Latimore. Con esto tenemos seis personajes robándole pantalla al “protagonista” (no son papeles secundarios), en este sentido la película se acerca a New Year’s Eve o Valentine’s Day, producciones que cuentan con un elenco infestado de grandes nombres en el que no hay un papel principal, aunque aquí esa no es la intención.

La culpa es de Allan Loeb, el guionista, pues la historia tenía todo el potencial para conmover al público hasta las lágrimas, pero esto se pierde entre subtramas y personajes de sobra que le quitan toda la fuerza. Sumado a lo anterior, Loeb se esfuerza por explicar un par de cosas que son obvias y pudieron manejarse de manera implícita, no hace falta explicar todo al público.