Es como la versión La La Land de Drive: Baby Driver es la pelícu- la con más estilo que verás este año. Enaltece al cine pero no lo es: Baby Driver parece más un mixtape, una playlist adereza- da con una historia de crímenes, persecuciones en auto y amor idílico que, al final, no tiene la intención de romper ningún mol- de ni tocar ningún tema peliagudo, pero ¿quién necesita sus- tancia cuando se tiene este encanto, este amor por la forma?

Baby Driver es la mejor cinta, a la fecha, del inglés Edgar Wright, quien nos tiene acostumbrados a destellos modestos pero memorables de genialidad –en Shaun of the Dead, 2004, por ejemplo, pero también en delicias como Scott Pilgrim vs The World, 2010 y The World’s End, 2013–.

Ansel Elgot interpreta a Baby, un joven conductor experto en escapes para los golpes criminales de Doc (Kevin Spacey) y un grupo mixto de estafadores. Baby es un personaje intere- sante por todo lo que sería odioso en la vida real: estóico, ob- sesivo, idealiza a su madre y está perpetuamente desconecta- do del mundo, pues el mismo accidente que mata a sus padres lo deja a él con un zumbido permanente en los oídos que debe tapar con música. Se llama a sí mismo Baby (sí, Baby) un ele- mento más para enamorar a una linda mesera (Lily James),h cuyo amor le hará querer zafarse de esa vida criminal para em- pezar de nuevo. Wright ha dicho que su película está inspirada en las tres icónicas historias noventeras sobre robos: Heat (Mann,

1995), Punto de quiebre (Bigelow, 1991) y Perros de reserva (Taranti- no, 1992), aunque bajo sus manos esta historia adquiere además genuinos momentos de comedia. Una cinta tan entretenida que vas a querer verla más de una vez.