Por Javier Pérez @JavPeMar

Luego de ver los primeros avances, y considerando lo decepcionante que fue Cars 2, Aviones no prometía nada bueno. Parecía la reiteración de una fórmula gastada y sin chispa: en vez de automóviles, ahora a quienes dotaban de rasgos humanos era a los aviones (de ahí el subtítulo “del mundo arriba de Cars”).

Por fortuna, y a pesar de que repite el inicio onírico de la primer Cars, el equipo dirigido por Klay Hall –un tipo curtido en series como Los Simpson– consigue mantener el ritmo con una clásica historia de crecimiento y pujanza que si no se cae es por su derroche de técnica y las dosis de buen humor que le imprimen personajes como El Chupa, que aparece con máscara y capa cual luchador mexicano.

Sí, otra vez es una competencia en la que participa un novato (en este caso un fumigador) con un talento innato para las carreras, que recurre a un viejo militar retirado de nombre Skipper para que lo entrene y que debe sortear el juego sucio de su competidor principal, Ripslinger, al grado de quedar prácticamente reducido a chatarra. Y sí, otra vez es una idea de John Lasseter, uno de los principales ideólogos de los éxitos de Pixar (aunque ahora estemos ante una producción Disneytoon) aunque sólo la haya supervisado.

Los escenarios fueron meticulosamente detallados para crear la tensión requerida por la historia, que sigue los pormenores de una competencia –Alas alrededor del Mundo– que consiste en darle la vuelta al mundo pasando por cinco ciudades distintas saliendo de y llegando a Nueva York. Dusty, un fumigador que hasta sueña despierto con participar, consigue entrar de panzazo y pronto se convierte en la sensación.

Trabajada durante cuatro años, Aviones recurre a la tan sobada historia de los sueños cumplidos. Y la adereza con los valores de los que no están excentas las películas animadas: la amistad, el compañerismo, la solidaridad, el amor y la perseverancia (con sus consabidas recompensas). Y no lo hace mal.

Técnicamente, y gracias a ello también emotivamente, Aviones interrelaciona los escenarios con las tensiones dramáticas. Así, de la espectacularidad del paisaje himalayo se pasa a la angustia de un túnel y luego a la incertidumbre en la que se regresa a ese mismo paisaje de blancura y paz. La escena de la tormenta en el océano (los competidores tienen que atravesar el Pacífico para llegar a México) tiene esas dosis de desasosiego por la suerte del héroe, con pocas posibilidades de sobrevivir.

Como se ha comprobado cada vez con mayor certeza, la tecnología 3D se ha vuelto un elemento asociado a la narrativa cinematográfica más que a la espectacularidad o el adorno. Y en Aviones eso es más evidente.