Por Héctor Mendoza

Parece que ver películas de terror en los últimos años se ha convertido en una lucha entre la terquedad y la esperanza, y el resultado es una abrumadora ventaja para la terquedad. Lo decimos porque se necesita ser un terco para esperar un buen resultado de una producción que, como ésta, luce de bajo presupuesto desde el inicio. Y lo del bajo presupuesto es, en definitiva, no sólo una conclusión derivada de la producción, sino de los abundantes clichés en los que la película incurre, y que indican poca apuesta por el riesgo.

Empecemos por lo básico. Apartamento 143 trata de, adivinaron, un apartamento en donde suceden cosas anormales. No es una casa encantada ni una construcción vieja, sino el icono de la vida urbana moderna, el departamento. Así las cosas, los clichés viejos sólo son trasladados a este lugar. Los personajes están divididos en dos clanes: la familia encabezada por un padre soltero y sus dos hijos, niño y niña adolescente con problemas existenciales de una bruja, y un equipo de parasicólogos que buscan una explicación a los fenómenos paranormales que tienen lugar en el apartamento. La familia, obvio, viene de un trance que inició cuando, adivinaron otra vez, la madre muere en un accidente.

Si se trata de buscar cosas positivas, quizá habría que sumar el hecho de que la acción, es decir los efectos que generan sobresaltos, comienzan desde el inicio de la película, así que nadie se dormirá, al menos. Otro acierto, aunque algunos quizá lo vean como una tara, es que el uso de cámaras, en su búsqueda del naturalismo efectista, están instaladas en esquinas y por lo tanto se ensucian o encuentran interferencia de acuerdo con las circunstancias. Lo demás, en efecto, es una serie de diálogos un tanto torpes y personajes poco convincentes. Quizá en todo caso la película tiene sus mejores momentos en los últimos minutos, cuando la última vuelta de tuerca cambia el argumento… aunque ya todos predecíamos lo que iba a suceder.

En resumen, si se trata de gritos y sobresaltos, ésta es la película para salir diciendo “está buena”, pero si se trata de ver algo con sustancia, ni lo intentes: saldrás aterrorizado, pero no como deseaba el director, Rodrigo Cortés.