PorVerónica Sánchez Marín

Repudiada o amada,Amigos(Intouchables, Francia 2011) es ya la película francesa más vista de todos los tiempos en ese país. Y es que ha batido todos los récords de taquilla gracias al público galo, que suma a la fecha más de 20 millones de espectadores (en recaudación: 119 millones de euros), trasTitanic(20.6 millones de espectadores) yBienvenidos al Norte(20.4 millones de entradas vendidas). Olivier Nakache hace dupla con Erick Toledano para dirigir esta cinta, basada en una historia real.

La película, inspirada en el libro exitosoLe second soufflede Philippe Pozzo di Borgo (el autentico protagonista), narra la historia de amistad entre un tetrapléjico rico y su cuidador, un inmigrante argelino, Driss (Omar Sy, cómico popular en Senegal). Con un guión milimetrado, actuaciones mesuradas (sin excesos retóricos estilo Cinecittà), una banda sonora que mezcla acertadamente diferentes obras clásicas de Vivaldi o Chopin con canciones míticas de la década de 1970 (como las fantásticas “September” y “Boogie Wonderland” de Earth Wind & Fire),Amigosresulta tan emotiva como la cintaMar adentro(España, 2004) de Alejandro Amenábar, pero a la vez tremendamente divertida.

La historia se rebela frente al maniqueísmo de la figura de la víctima en ese tipo de relatos, algo tímido al comienzo (como las bribonadas que le hace Driss a Philippe hasta que se adapta a su trabajo; por ejemplo, cuando el enfermero le mete la cuchara en el ojo y, como es inválido, no puede evitarlo). Un tono que a lo largo de la cinta se va volviendo hilarante, cuando vemos a Philippe aprovecharse de su condición para librarse de una multa fingiendo una embolia.

Y es que el aristócrata Philippe (François Cluzet, el Dustin Hoffman francés, y uno de los intérpretes más prestigiosos de Francia) está paralizado desde el cuello hacia abajo como resultado de un accidente, y vive en un estado de aburrimiento opulento, atendido por un personal nervioso. Además es ignorado por su hija, una adolescente petulante.

Es un jefe difícil y, en un arrebato, decide contratar como asistente a un muchacho callejero de los suburbios de París, Driss. La actitud irreverente de su ayudante va resquebrajando poco a poco la imagen severa de Philippe, inyectándole ganas de vivir. El joven lo introduce a los placeres de la marihuana, y lo anima a empezar a salir.

Por su parte, Driss, bajo la mirada inflexible de su jefe y la tutela imperiosa del personal, comienza a adquirir una ética de trabajo y un sentido de la disciplina, lo que le ayuda a salir del círculo vicioso del vagabundeo: no me esfuerzo, no trabajo, no produzco. Un problema de actitud y autoinmolación común entre los inmigrantes en Europa, y uno de los problemas sociales que resultan capitales para las políticas entre estos países.

Aún cuando la película arranca con “basado en hechos reales”, ese meritocrático e innecesario loop para vender algo antes de mostrar su eficacia siquiera,Amigosno guarda sorpresas. El gran acierto es que la cinta no pretende en ningún momento ser “profunda”, sino eficaz en su narrativa. Muestra de ello es que no hace uso del efectismo disponible que sí podía haber empleado. (Una chulada centenaria del celuloide y las telenovelas mexicanas: la conmovedora lágrima fácil.) Lo que sí hace es relajar al espectador alrededor de una cruda realidad que puede también ser entendida entorno a una historia humana que, sobre todo, da esperanza.

Con la realidad como ínsula de la ficción psicológica más neutral posible, el ritmo narrativo se carga en la fotografía y ancla en diálogos poderosos por su tesón sarcástico, de harta sorna sobre Francia, sus habitantes, costumbres, el arte y la música clásica de culto, la religión, la riqueza y hasta Hitler o la identidad nacional, los directores logran conectar al público con la historia, que dribla entre el chantaje emocional aderezado con un sentido del humor tonante. François Cluzet hace una interpretación brillante, con la sola expresión de su rostro. Por su parte, Omar Sy, consigue deslumbrar y hacer reír en innumerables ocasiones. Maneja de maravilla un papel contundente, lo que le permitió desbancar al mismísimo Jean Dujardin, de la oscarizadaEl artista(Francia 2011) como mejor actor en la última entrega de los premios César. Junto a ellos un conjunto de actores secundarios como Audrey Fleurot, Clotilde Mollet, Alba Gaïa Kraghede Bellugi y Christian Ameri, cumplen perfectamente el papel que les han encomendado. Quizá lo mejor, es que cuenta con la virtud de deslumbrar a un cinéfilo con elementos más allá de lo encantador, recuperando la férrea tradición europea de anular la pretensión grandilocuente que hoy circula en las películas comerciales de los norteamericanos, incluso entre grandes narradores como Clint Eastwood o Christopher Nolan. Y una delicia para descansar de tanta acción y producción mal encauzada.