– El mexicano quiere hacer dos cosas en el cine: cagarse de risa y cagarse de miedo.

La afirmación tiene sentido para Billy Rovzar, quien con su compañía Lemons Films ha apostado por el cine de géneros y, dice convencido, las fórmulas. Sus exploraciones en la comedia o el terror, como lo fueron Matando cabos(Lozano, 2004) y Kilómetro 31(Rigoberto Castañeda; México-España, 2008; la sexta película mexicana más vista de todos los tiempos), le han funcionado mejor que sus apuestas por el thriller o el cine de acción.

“Nos queremos dedicar a hacer cosas que funcionen porque queremos contar más historias. No queremos pelearnos con el dinero de nuestros inversionistas porque si hacemos lo que queremos, y no vemos ni un centavo de regreso para nuestra gente, van a dejar de invertir. Nos ha tomado tiempo aprender eso. Queremos explotar ese aspecto, y ahí es donde las fórmulas funcionan”.

Tal vez así sea. Por lo menos para quienes han optado por la comedia. Gary Alazraki, el director de Nosotros los nobles(2013), decía que quería que la gente se riera desde el título. Y Eugenio Derbez, protagonista y director de No se aceptan devoluciones(2013), sostenía que la gente quiere ver comedia. “Y Nosotros los Nobleses un ejemplo de que la gente quiere ir al cine a reír”. Pero ambos, como guionistas de sus propias historias, detectaron algo más: la gente busca un toque trágico en el relato; algo que lo vuelva cercano, identificable; algo que, aunque rayano en lo descabellado, llame su atención.

Tal vez eso sea la sorpresa o la emoción que provoque la historia. O una conjunción de ambas. En el año 2000, una película que atrajo masivamente a la audiencia, dividida en tres historias –la de una modelo con una pierna amputada, un activista vuelto indigente y unos hermanos peleando por la misma chica–, se volvió en el referente antonomástico del cine mexicano del siglo 21 no sólo dentro, sino fuera del país. Todos querían abordar la violencia y el drama retratados en Amores perros(2000). Y, evidentemente, repetir el éxito de la ópera prima del ex locutor Alejandro González Iñárritu que captó a casi tres millones de espectadores en el país que la mantienen en el top ten de la cinematografía nacional.

Ya desde entonces parecía agotada la comedia urbana clasemediera inaugurada con Sólo con tu pareja(Alfonso Cuarón, 1991) y confirmada por Sexo, pudor y lágrimas(Antonio Serrano, 1999), películas fundamentales del llamado nuevo cine mexicano de los años noventa. Lo que siguió fue una andanada de cintas que buscaban agarrarse de la tragedia y el drama en un lustro (2000-2004) en el que la producción de cine mexicano promediaba 25 películas anuales. Pero el alejamiento de las fórmulas, y de las historias afanosamente urbanas, permitió el éxito en taquilla de dos cintas: El crimen del padre Amaro(2002) e Y tu mamá también(Cuarón, 2001).

“Simplificando groseramente, hay dos tipos de ciney uno de ellos no busca identificarse con el gran público”, dice el crítico de cine Ernesto Diezmartínez. Y ejemplifica con el trabajo fílmico de Carlos Reygadas: “No creo que a él le interese competir contra el blockbuster hollywoodense del fin de semana ni que piense mucho en la taquilla o la cantidad de gente que ve su cine. Pero tiene todo más o menos resuelto. El problema es un cine que no tiene éxito en el circuito festivalero, sin forma de verse en ningún lado, que no gana premios y que, además, no se gana el favor del público”.

Se refiere a ese “cine comercial”, apuesta cada vez mayor del cine mexicano, que pasa inadvertido en la cartelera. Sea comedia, drama, terror o cualquier otro género. Es ahí cuando cabe la pregunta: si bien en 2013 se alcanzó la cantidad de 99 estrenos comerciales de películas nacionales, inconcebible desde 1961 (cuando se estrenaron 108), ¿quién recuerda más de cinco de esos títulos?

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