Rob Schneider tiene un cierto fetiche hacia las temáticas sexuales en sus comedias, pero no a las relaciones per se, sino a sus consecuencias. En su nuevo film explora otro tipo de acercamientos pasionales. Un agente de bienes raíces, Stan, lleva una vida no muy legal que digamos, por lo que un día se descubre que ha cometido un fraude y debe pasar un tiempo en la prisión. La pérdida de su libertad no lo atormenta tanto como el miedo a sufrir algún tipo de abuso cuando se apaguen las luces; por lo cual contrata a un gurú (el siempre maravilloso David Carradine), quien lo ayuda a transformarse en un maestro de las artes marciales. Cuando llega a la cárcel, Stan usa estas nuevas habilidades para ganarse e intimidar a sus compañeros. Al poco tiempo se convierte en su líder, que trae la paz y la armonía al cereso. Sin embargo, el director de la prisión tiene un plan para que los reos desaten una guerra. Ahora Stan es el único que puede parar.