Por Carlos Arias

El título de esta película parece sacado del anuncio de una agencia de viajes de bajo costo. Tal vez la referencia no sea del todo errada. 7 Días en La Habana es un recorrido por algunos de los principales tópicos de la capital cubana, aquellos que podrían contar los turistas que “han estado” ahí.

Dólares, mujeres hermosas, sexo, habanos, sones y rumbas, autos americanos clásicos, edificios descascarados, malecón, Floridita, ron Havana, daiquiris y mojitos.

7 Días en La Habana cuenta siete historias dirigidas por otros siete cineastas prestigiosos, de los cuales solo uno es cubano. Cada corto transcurre en un día de la semana, de lunes a domingo, con personajes diferentes.

Tres de las historias están directamente basadas en relatos del cubano Leonardo Padura, conocido internacionalmente por sus novelas policiacas, cargadas de costumbrismo y lugares emblemáticos.

Los cineatas convocados son en su mayoría extranjeros, desafiados a sorprenderse y sorprender al espectador con el descubrimiento de una Habana desconocida.

La primera historia, dirigida por el actor Benicio del Toro (por primera vez tras la cámara), cuenta la historia de un joven turista americano en busca de sexo; el argentino Pablo Trapero muestra el periplo alcohólico-musical del realizador serbio Emir Kusturica (interpretándose a sí mismo), junto al sonero y cantante Alexander Abreu.

Desconcierta e irrita el tono telenovelero escogido por el español Julio Medem, quien al parecer intenta un homenaje fallido al melodrama latinoamericano; mientras que el director y actor palestino Elia Suleiman ofrece el relato de un árabe que espera para ser recibido por Fidel Castro y mira desconcertado una ciudad indescifrable.

La historia de Juan Carlos Tabío (el único local convocado) alude también a una Cuba ignorada, en el retrato sobre una familia y sus recursos para sobrevivir en un mundo de escasez permenente.

Un “solar”, una vieja casona de La Habana habitada por varias familias pobres, es también al ambiente de la historia del francés Laurent Cantent, mientras que el argentino-francés Gaspar Noé ofrece un retrato casi antropológico de un ritual afrocubano enfrentado a la modernidad adolescente.

Los productores buscaron conservar una unidad entre las historias con el rodaje casi simultáneo de los siete directores, que además pudieron ver los otros episodios en la sala de edición. Sin embargo, los cortos resultan con frecuencia muy disímiles entre sí, con algunos memorables y otros que caen justamente en el exotismo y los lugares comunes turísticos que buscaban eludir. La cinta es producida por el Ron Havana Club.