Las personas maduras reflejan un comportamiento mesurado, simple y armónico. No apresuran juicios ni buscan soluciones definitivas. Emanan desde su interior sabiduría, templanza y seguridad. Como si por fin dejaran de buscar complacer a otros. Se retraen en ellos mismos y esparcen hacia los demás el fruto cristalizado de sus experiencias. En su semblante se puede apreciar una honesta reconciliación con la vida.

El cine ha podido capturar esta fascinante característica en varios actores. Esto sucede cuando logran coincidir un director, una historia y actor madurado en una determinada película, la cual exhibirá una actuación única en toda la vida del intérprete. Es una película exclusiva en un momento especial, que no se puede distinguir en una cinta antes o una después. Las actuaciones en dichos filmes son sobrias, intensas pero contenidas, genuinas. Es una actuación madura, reflejo de la experiencia, conocimiento y entrega del actor. Éstas son algunas muestras.

Robert De Niro en Cape Fear (Martin Scorsese, 1991)

A los 48 años, De Niro interpreta a la maldad pura, intelectualizada e imparable, encarnada en el ex convicto Max Cady. Durante las primeras escenas se puede apreciar el cuerpo trabajado de De Niro. Musculoso pero envejecido. Toda la fuerza del actor explota en un personaje vil y furioso. Pero la explosión no se expande, es precisa, enfocada, como la de un rayo láser. Un personaje que fácilmente podría sobreactuarse, De Niro lo somete, lo domina y lo libera transformado.

Al Pacino en Carlito’s Way (Brian De Palma, 1993).

Pacino, con 53 años, interpreta a Carlito Brigante, un ex convicto que busca huir de su anterior vida criminal que parece seguirlo a todas partes. En esta película vemos a un Pacino con barba, el cabello algo largo y sometido de forma constante por las circunstancias. Es un rol distinto a muchos de sus otros poderosos y enérgicos personajes. Pacino, a pesar de la desesperación permanente con la que vive su personaje, lo interpreta de manera sutil, con un ritmo acompasado. Refleja en toda la película una fuerza interior para sobreponerse, pero al mismo tiempo su rostro revela cansancio y nostalgia.

Bill Murray en Lost in Translation (Sofia Coppola, 2003).

Murray da vida en este film a Bob Harris, un actor maduro que se encuentra varado en un hotel de Tokio y desarrolla una simple, y a la vez estrecha relación con una compatriota varios años menor que él. La interpretación de Murray, con 53 años, es completamente natural, contenida, sin pretensiones. Luce maduro, experimentado e integrado perfectamente a la parsimoniosa atmósfera característica de Sofia Coppola.

Silvester Stallone, en Cop Land (James Mangold, 1997).

Totalmente contrastante con sus personajes clásicos, Rambo, Rocky, Cobra, Stallone, a los 51 años, representa a un Sherif, Freddy Heflin, con inteligencia cuestionable, medio sordo, pasado de peso y muy lento. No parece un rival para el excesivo Harvey Kietel, su co-protagonista. El camino para hacer justicia es largo, tedioso y aburrido y, aún así, termina con heridas sangrantes. En la escena final, se aprecia la bofa figura de Stallone meditando en el paisaje, corolario de una ponderada actuación en toda la película. Su rostro ya no es agresivo, es melancólico y suave.

Las películas que han capturado esta condición de la evolución de los actores son memorables, aunque no necesariamente famosas. Son cintas valiosas no sólo cinematográficamente, si no que son una muestra del desarrollo psicológico dirigido hacia la sabiduría. Vale la pena prestar atención a este momento crítico. Dentro de poco podremos ver a actores con gran talento, como Di Carpio, Matt Damon o Jude Law en esa transición. Será, para los cinéfilos, otra experiencia infaltable.

¿Qué otras actuaciones así recuerdas?