La trasnochada historia de tres universitarios que, desafortunadamente no son, ni de lejos, los elementos más idiotas de la película. Si hubiera que insertar esta historia repleta de lugares comunes, subtextos racisto-clasistoides-buenaondita y enredos estúpidos, yo diría que es del género pesadillesco: ¿en los sueños oscuros de quién se puede soportar sin volverse loco un comercial del Tec de Monterrey de hora y media?

La trama gira en torno a tres amigos, Pancho, Felipe y Beto, que recién entran a la mencionada universidad para estudiar ingeniería. Se enfrentan, desde luego, contra un director villano (Rodrigo Murray) y un fresa baboso, riquillo, plagiario, que se pedorrea cada vez que está nervioso.

En un tono desigual, deseando desesperadamente llegar a la farsa, pero sin un guión con la llaga emocional que se necesita para ello, el director nos propone personajes que las telenovelas desecharían por planos: la familia pobre; una caricatura del aspirante a fotógrafo (que se toma selfies con su cámara profesional); la chica guapa, tontita, que debe ser rescatada de las garras del novio gangoso, macho y millonario que sólo habla del precio de sus zapatos; y los estudiantes ricos que pronuncian, sin el menor empacho, diálogos caricaturescos insultantes como “pinche indio ordeña vacas de rancho”…

Duele que un director solvente como solía ser Carlos Bolado –difícil olvidar la belleza conjurada en Bajo California: el límite del tiempo (1998), aunque nunca haya vuelto a tocar esas alturas– pueda firmar un desatino de este calibre. Lo más lamentable es el tiempo perdido, irrecuperable, que toma ver esta estulticia.