PorJaime @_azrad

En la industria del entretenimiento las cosas están muy claras: te renuevas o mueres. Para la saga Jame Bond, esto ha sido una realidad más de una vez y Skyfall es la transición de una historia que se renueva sin abandonar su esencia.

Esta cinta nos presenta un Bond oxidado cuyas hazañas ya no sorprenden y perteneciente a un MI6 obsoleto a los ojos de muchos. Amenazado por la modernidad, el agente 007 debe demostrarse capaz de mantenerse a la vanguardia mientras enfrenta una misión para la que no está calificado.

Bajo la tutela de Sam Mendes (Belleza americana, 1999), James Bond se desenvuelve en un guión que, además de contener persecuciones y explosiones al nivel 007, sabe enfrentar las ataduras del pasado con las exigencias del futuro. El contexto social obliga a torcer los estándares de la acción de esta franquicia, pero la astucia del guión logra hábiles propuestas al abordarlos.

El ejemplo perfecto está en la chica Bond, pues Skyfall presume de tener dos de ellas, aunque lo cierto es que ni Naomie Harris ni Bérénice Marlohe ocupan este lugar. La historia se desenvuelve hacia el lazo entre Bond (Daniel Craig) y M (Judi Dench) en una exploración de la naturaleza de su relación y convierte a M en la verdadera chica Bond de esta cinta.

El enfrentamiento de ambos personajes con el mundo moderno se refleja claramente en el villano que afrontan: Javier Bardem da vida a Silva, un ex agente de MI6 que se siente traicionado por M y pretende cobrar venganza. Su introducción es épica, pues Sam Mendes utiliza una memorable toma para anunciarlo como unos de los villanos mejor construidos de la saga y, a diferencia de otros, se define con un discurso introductorio disfrutable al máximo.

Es por esto que, después de buenos momentos de acción, se da lugar a habilidosas palabras que dan sentido a los personajes y desencadenan diálogos profundos que nos ayudan a conocerlos más. La intención de los discursos y su impacto en la historia se acentúan con una fotografía bastante atinada que se disfruta por si misma pero que, a la vez, complementa el sentido reflexivo de la cinta.

Por el lado de lo que no gusta tanto quedaría la música, pues su alcance queda un tanto corto en comparación con el desempeño de las demás áreas, lo cual sorprende porque estuvo a cargo de Thomas Newman. La música pudo haber complementado las conexiones entre al ayer y el mañana que terminan por enaltecer al clásico Bond, pues éste encuentra que sólo podrá vencer si juega bajo las reglas del pasado.

Así, los estándares de esta franquicia se transforman en propuestas frescas que mantienen al público inmerso en las secuencias de drama y acción mientras se rinde tributo a lo clásico y se abre camino a lo moderno. Los fanáticos quedarán bastante compacidos.