Por: Omar Morales @OmarInMorales

Los herramientas de trabajo en los terrenos de la música popular son limitadas: siete notas (más sostenidos y bemoles) acomodadas en escalas determinadas desde hace siglos y regidas por algunas convenciones líricas, rítmicas, armónicas y melódicas. No nos enredemos, en el rock y el pop tradicionales no hay más, de ahí la monotonía y simpleza que suelen permear ambos géneros.

Pero la capacidad para trascender esta rigidez es lo que diferencia a los virtuosos de los músicos ordinarios, a los vanguardistas de los imitadores. Una de las cualidades del arte consiste en comunicar de forma distinta lo mismo que otros han dicho anteriormente, y con su nuevo disco Annie Clark (aka St. Vincent)ha demostrado la potencia e improbabilidad de sus ideas.

De esta mujer (que pudo ser engendrada en otro planeta) se cuenta que nació en Estados Unidos en 1982, que estudió música en Berklee, que toca varios instrumentos, canta, es compositora, arreglista y productora. Una artista sorprendente que a los 12 años cambió el futbol por una guitarra:

Sunday Video: How to Do a Rainbow Kick With St. Vincent from Rookie on Vimeo.

Repito, sorprendente. Éste es el adjetivo clave para explicar las sensaciones que me provoca la música de St. Vincent (Annie Clark ha declarado que escogió el apelativo inspirada en el sanatorio donde Dylan Thomas pasó sus últimos días y el simbolismo de haber sido ése el lugar donde la poesía llegó a morir). Sus virtudes van más allá de la precisión, complejidad y rabia de sus guitarras, es además letrista ácida y cantante de rango amplio. Por ejemplo, la primera línea de la segunda canción de este nuevo disco es para enmarcarse: “Oh what an ordinary day, take out the garbage, masturbate.

Lo que va en reversa (o por lo menos en sentido contrario) es el sentido musical de Annie Clark. Sus frases de guitarra en contraposición con las bases rítmicas son poco comunes en el rock y mucho más escasas en el pop de nuestros días. Esta dislocación me lleva a pensar que la señorita Clark es perversa y disfruta de las simulaciones. Sus tres primeros discos (Marry Me de 2007, Actor de 2009 y Strange Mercy de 2011) son abiertamente heterodoxos y estrafalarios (quirky, dirían los gabachos), pero el que ha presentado este año, St. Vincent, es un espejismo, una ilusión, una trampa pop.

Lobos con piel de cordero es la figura tradicional que aplica para las canciones de este disco (el cliché, pues). St. Vincent las ha disfrazado para hacernos creer que son inofensivas, les ha puesto el traje más pop que ha podido confeccionar y pretende que nos traguemos el cuento. Pero más allá de la apariencia, bajo las primeras capas sonoras, hay letras cáusticas, melodías avinagradas y armonías retorcidas. A mi gusto su trabajo mejor logrado: es encantador, funky, potente, blues,luminoso, punk,bailable, soul,triste, pop, sensual…

Pero insisto, el calificativo preciso es sorprendente. Annie Clark compuso letra y música de todas las canciones, las desarregló armónicamente (lo de arreglos musicales en este caso queda flojo), invitó a grabar a tres tecladistas, dos bateristas, un trompetista, y ella se encargó de generar el resto de los sonidos. Algunos tracks tienen giros difíciles de predecir, Huey Newton,por ejemplo, arranca como baladatrip hop alestilo Morcheeba (de sus mejores tiempos, claro) y sutilmente la va torciendo y pervirtiendo hasta llevarla a un pantano de ansiedad desbocada y distorsión. St. Vincent quiere hacernos creer que este es su disco más pop, pero no, en realidad es el más perverso (y por eso el mejor en lo que va de su carrera).

Mis favoritas de la nueva entrega de Annie Clark: Rattlesnake, Birth in reverse, Digital Witness y Bring me your loves.

St. Vincent: Digital Witness from user t38 on Vimeo.