Por: Omar Morales @OmarInMorales

Envidio a Rick Rubin, admiro a Jake Bugg. Con una rudimentaria formación musical, Rubin es un pésimo intérprete y compositor que, gracias a su privilegiado instinto natural para el ritmo y la armoní­a, seha convertido en uno de los productores más respetados e influyentes de los últimos 30 años. Dudo que sea capaz de crear una buena melodí­a pero estoy seguro que le sobra talento para potenciar las ajenas. Escuchar es su arte.

Admiro a Rick Rubin, envidio a Jake Bugg. Celebridades jóvenes sobran en la historia de la cultura popular, pero tengo la impresión de que basados en las malas experiencias de sus antecesores, las luminarias de hoy han aprendido a ejecutar de mejor forma sus talentos. Varias de las personalidades que marcan tendencias y dominan mercados no tienen edad suficiente para tomarse una cerveza en Estados Unidos: el fenómeno pop neozelandés Lorde acaba de cumplir 17 años, el cientí­fico Jack Andraka tiene 16 y está revolucionando la lucha contra el cáncer, a los 18 Nick D’Aloisio le vendiósoftware a Yahoo por 30 millones de dólares, con 16 años Chloë Grace Moretz es reconocida por su rostro y respetada por sus capacidades interpretativas…

Jake Bugg tiene 19 y los más entusiastas ya le han colocado la etiqueta de “El nuevo Bob Dylan”, aunque él mismo se ha encargado de difundir que Mr. Zimmerman no le representa una influencia mayor. Cuando supe de Bugg (¿ya escuchaste al chavito inglés que hace rockabilly?) y revisé por primera vez su disco debut (Jake Bugg, 2012) pensó de inmediato en dos escritores y entendí­ el sentir de uno de ellos. Alguna vez José Saramago dijo de Gonzalo Tavares: “No tiene derecho a escribir tan bien a los treinta y cinco años, dan ganas de darle un puñetazo“. Sensaciones similares provoca Jake Bugg. Es un joven desfachatado que confía en sus habilidades, indiferente a la fama y ajeno a la pedantería. Su espí­ritu musical pertenece a otra época, vestido de negro y con guitarra al hombro su figura es la de un desgarbado Johnny Cash con tenis Adidas.

El talento de Bugg es ancestral, transforma sensaciones y anécdotas en canciones. Algunos crí­ticos lo menosprecian por hacer más de lo mismo. Yo (que aclaro, no soy crí­tico) lo aplaudo por sonar a todos y a ninguno. Bugg está lejos de ser un vocalista o guitarrista virtuoso, pero las melodí­as que manan de su imaginación musical son a la vez potentes y conmovedoras. Basta con escuchar una vez su nuevo disco para acabar tarareando algunos tracks por el resto del día. Rock crudo y sin trucos innecesarios.

Si su debut tiene la sonoridad de un arrebato, con un grado más de distorsiónShangri La es el soundtrack del impulso contenido. Rick Rubin lo colocó en un recinto de paz y lo rodeó de grandes músicos e ingenieros: Pete Thomas (Elvis Costello) y Chad Smith (Red Hot Chili Peppers) en la baterí­a; Matt Sweeney (Cat Power, Johnny Cash) en la guitarra; Jason Lader (Eminem, Lana Del Rey, Julian Casablancas) al bajo y piano; Andrew Scheps (Black Sabbath, Adele, Justin Timberlake) en la mezcla… Canciones pegajosas compuestas e interpretadas con convicción por un joven descarado, sostenidas por un grupo de alquimistas del estudio y guiadas por uno de los mejores artesanos de la producción, difí­cilmente este disco podí­a salir mal.

Las letras de Bugg carecen de la poética de Dylan, pero también de la ingenuidad de la mayorí­a de las estrellas pop. Su mayor virtud radica en las melodí­as y sin empacho es capaz de lanzar frases de gran calibre: “There’s a beast eating every bit of beauty and they all feed it“.

Shangri La no cambiará la historia de la música, sólo es un episodio más en la tradición bucólica del siglo XX. Las comparaciones son tan odiosas como necesarias, ya hubo un Lead Belly, un Woody Guthrie, un Johnny Cash, y hoy nos toca admirar a un muchacho de 19 años llamado Jake Bugg, así­ nomás…

Las canciones de Shangri La que cimbraron mi sentido musical: Slumville Sunrise, Me and you, Kingpin y Pine trees.