Cuando un álbum debut llama la atención de la crítica en

varias partes del mundo, normalmente hay dos situaciones posibles. La primera

es que los músicos detrás de la producción se conviertan en el futuro en un

referente (caso que recordamos de botepronto: Radiohead)… aunque de las

posibilidades ésta es la menor. La otra posibilidad, y la más común, es que se

trate de uno de esas memorables producciones que son debut y despedida (y aquí

recordamos tantos casos que es ilógico mencionarlos). A los músicos debutantes

suele afectarles el cáncer de la fama con facilidad.

El caso de Florence and the Machine nos hace pensar que

sería lamentable que sucediera lo común con ella y su grupo. Desde su

aparición, este álbum logró consenso: su sonido es original y propositivo; sus

temas son una puesta en escena, quizá hasta el cliché en algunos casos, de las

preocupaciones comunes de un habitante de una gran urbe, pero están imbuidas por

momentos lúdico y poderosas imágenes que van desde la ternura hasta la ironía.

El aspecto musical es, evidentemente lo más destacable:

desde el pop más sencillo hasta reminiscencias de R&B, Florence logra hacer

un recorrido amplio por diversos géneros, mezclándolos y apoyándose en su

poderosa voz, que, al menos desde este lado, luce más cuando los sonidos tienen

toques afroamericanos.

Este álbum sin duda es un prefacio de una carrera que se

antoja grande, importante y fructífera. Esperamos, otra vez, no equivocarnos.