Debe ser realmente difícil tratar de lanzar el quinto disco de tu carrera, la cual ha sido en cierta medida decepcionante desde el lanzamiento de tu segundo disco, con problemas de prensa gracias a temas de cocaína, con conflictos internos que ocasionaron el despido de tus dos miembros encargados de la sección rítmica y con presión de contratos.

Los que algunas vez fueron vistos como “los salvadores del rock”, están en la etapa más complicada de su carrera: aunque esta será recordada como terrible e indigna para la mayor parte de sus seguidores, lo cierto es que es bastante admirable que Bloc Party se haya atrevido a experimentar de la forma en como lo ha hecho para su último disco: “Hymns”. Lo ciesto es que, aunque no aporta nada nuevo —de hecho sigue la tendencia de integrar beats tipo The XX y componentes electrónicos tipo dubstep del momento—, le da un giro de tuerca a la música de la banda sea o no bueno eso.

El álbum comienza con The Love Within, el primer single que se nos dio a conocer del disco fue recibido en un inicio de una forma muy negativa y con justa razón. La pieza construida principalmente sobre una sola nota de sintetizador aburre y nunca termina de explotar. El que nos hayamos enterado a los pocos días de que el elemento no es un sintetizador per se, sino que es obra de la guitarra de Rusell Lissack nos dio a entender el gran trabajo técnico que requirió el guitarrista, que sigue siendo uno de los mejores exponentes de su instrumento, para el disco.

El disco continúa con ‘Only He Can Heal Me’, una canción en la que se pudo lucir un poco el nuevo baterista de la banda: Louise Bartle. La pieza que está en constante crescendo tiene cierto dramatismo muy bien logrado con las voces corales que se encuentran tras a un poco inspirado ‘Kele Okereke’, mismo que se ve melancólico en ‘So Real’, canción que aunque no llega a emocionar en ningún punto, contiene un coro pegajoso y elementos interesantes de fondo.

‘The Good News’ es una canción con cadencia de inspiración e ideas al igual que ‘Fortress’, que sobresale gracias a la aparición de una caja de ritmos y de unos teclados dignos de una de las canciones más tristes de Lorde. Sin embargo, no se escucha bien en Bloc Party.

‘Different Drugs’ por otra parte logra hacer algo interesante con la tarola de Bartle. La canción de sonido melancólico crece con cada escucha gracias a lo atmosférica que puede llegar a ser y a su segundo acto lleno de optimismo y heroicidad, aunque las voces de fondo tipo M83 no combinan muy bien con el resto.

‘Into the Earth’ empieza con la fuerza en la guitarra que cualquier himno del rock en español tiene, algo realmente extraño pero bienvenido. Rusell Lissack se ve divertido mientras toca de forma suave su guitarra y agrega otras capas más juguetonas y electrónicas sobre la pieza.

‘My True Name’ pretende ser una canción seria y obscura con un ambiente medio trip-hopero, pero termina siendo una burla. Mientras que en ‘Virtue’ aparecen otra vez los sonidos sintetizados de The Love Within, aunque esta vez el intento da una pieza más emocionante cuando entra el puente y el nuevo bajista de la banda: Justin Harris de Melomena da su mejor actuación en el material.

‘Exes’ es probablemente la mejor canción del disco, la única canción en la que se puede decir que Kele está realmente inspirado y es una pieza sumamente melódica que fluye con una naturalidad digna de la banda que creó temas como ‘So Here We Are’ o ‘I Still Remember’.

El disco no es un caso perdido, contiene temas dignos de ser escuchados y de una intención bastante buena. De hecho el cambio sonoro que ha dado la banda parece lógico si se revisa su discografía con Intimacy como su primer disco con toques electrónicos y Four como aquel material que sirvió para dividir a estos dos que resultó poco sincero.

Hymns no será el cambió que necesita la banda, ni el que quieren sus fans, pero es el cambio natural que le tocó hacer a Kele y a Rusell, nos guste o no.