Por: Omar Morales @OmarInMorales

Harlem es un barrio neoyorkino que ha criado a numerosos artistas de talento incuestionable: Sammy Davis Jr., Arthur Miller, Moby, Tito Puente, J.D. Sallinger… En 1991 nació en esa tierra de contrastes, de ricos y pobres, violencia y paz, poesía y rap, una niña de piel oscura (negra o afroamericana me parecen eufemismos imprecisos) que fue registrada con el nombre de Azealia Amanda Banks y tiene una historia de melodrama.

A los dos años quedó huérfana de padre por un cáncer de páncreas que lo consumió. Su madre, enojada con la vida, desquitaba sus pesares maltratando física y psicológicamente a sus hijas mientras se encargaba de mantenerlas ocupadas en escuelas católicas y clases vespertinas. Así fue como la pequeña Banks llegó al Instituto Nacional de Danza donde descubrió sus pasiones y facilidades por la interpretación.

A los 14 años Azealia abandonó el techo materno y buscó refugio con su hermana mayor, trabajó en musicales de teatro y probó suerte en televisión, pero desesperada y desesperanzada ante el panorama de su oficio actoral se volcó a la música. Llenó una solicitud de empleo, se puso el uniforme de Starbucks y varios meses después gastó sus ahorros en contratar a un productor y un estudio de grabación amateurs por 30 dólares la hora para grabar un demo con sus rimas, ignorando que en realidad compraba un viaje sencillo al surrealista y alucinante universo del pop

Con el lenguaje de las calles de Harlem y una base musical rudimentaria, en 2009 Azealia Banks consiguió un contrato discográfico con XL Recordings (la casa de Adele) y se mudó a Londres para trabajar con Richard Russell. Hoy es bien sabida su reputación de mecha corta y testaruda, pero en ese entonces sorprendió que en menos de un año dieran por terminada su relación laboral por “diferencias ideológicas irreconciliables“. Volvió a Nueva York y sin manager, dinero ni presentaciones, Azealia terminó bailando en un club de strippers.

Pero tozuda que es no se rindió y en otoño de 2011 lanzó de forma independiente una canción que impresionó a muchos, 212, que entró a las listas de favoritas del año de The Guardian, NPR, Pitchfork, NME y en el libro de las “1001 canciones que debes escuchar antes de morir”. Con 78 millones de vistas en Youtube, es probable que la conozcan:

En 2012 firmó un contrato con Interscope Records que, siguiendo la tradición combativa de la señorita Banks, terminó encallando en mal puerto. Pero necia y obstinada, ni asomo de tonta, salió de la filial del Universal Music Group con todos los derechos de las canciones que había trabajado con ellos. Tales garras y colmillos le verían que ni ese monstruo se le quizo enfrentar.

Así que después de esas relaciones fallidas, de elogios por parte de Kanye West y Karl Lagerfeld, de colaboraciones con Lady Gaga y Pharrell, de múltiples enfrentamientos con celebridades pop, fue hasta noviembre de 2014 (dos años después de haber sido anunciado por Interscope) que Azealia Banks lanzó sin promoción alguna, de manera independiente y sólo en formato digital, su Lp debut.

Broke with expensive tastees un disco de sorpresas, virtudes y errores mínimos. La singularidad de este trabajo radica en la distancia que logró de la monotonía. Excepciones aparte, el rap es un género repetitivo e hipnótico, uniforme y de pocas variantes, pero Azealia Banks se mueve con mucha agilidad entre géneros, de la electrónica al estilo Diplo o Disclosure, la sensualidad pop de Beyoncé,la acidez y agresividad de Kanye West, elfreestylede Neneh Cherry,la herencia doo – bop de Miles Davis, los ritmos imposibles de Jay Z, hasta el espíritu veraniego de los Beach Boys. A este disco se le podrá acusar de todo menos de aburrido. Como ejemplo sugiero que escuchen el track dos, Gimme a chance, con una base rítmica que envidiarían los Beastie Boys y que al minuto dos con veinte segundos se transforma en un cuerpo cubano sobre el que demuestra que en Nueva York también se habla español.

La gran virtud de Broke with expensive tastese escucha en las capacidades vocales de Banks, su flow tiene la velocidad e imaginación de los grandes exponentes del rap, pero a diferencia de la mayoría de ellos esta señorita sí sabe cantar, rapeo y canto no son lo mismo. Las estrofas desgarradas de Yung Rapunxel, los amplios registros y el tempo dislocado de Chasing time, la afinación precisa y matices de Nude beach a go go, son habilidades interpretativas que la mayoría de los raperos no tienen.

Creo que el único defecto que vale la pena señalar de Broke with expensive tastees su duración. Pero insisto, es largo, no aburrido. Azealia Banks fue víctima de la ansiedad del primer disco, tantos años anhelándolo, limitándose a grabar y promocionar sencillos, la hicieron incluir la mayoría del material que ha grabado. Trabajo de edición, que le llaman. Algunos demos ya conocidos los perfeccionó, pero otros sencillos que fueron muy escuchados y populares en su momento sólo los remasterizó para esta versión. A este disco le falta contundencia para acercarse a la perfección y le sobran por lo menos cuatro canciones, pero cualquiera que le hubiera dicho esto a Ms. Banks…

Mis favoritas deBroke with expensive taste:Gimme a chance, SodayChasing time.