Por Omar Morales

El universo musical es inabarcable para cualquier mortal. Cada semana cientos de discos nuevos ven la luz por todo el mundo, todos los días algún compositor persigue su canción inolvidable. Pero los elementos de trabajo en los terrenos de la música popular son limitados: siete notas (más sostenidos y bemoles) acomodadas en escalas determinadas desde hace siglos y algunas convenciones líricas, rítmicas, armónicas y melódicas. En el rock y el pop tradicionales no hay más y éste es el punto que diferencia a los artistas de los músicos y los intérpretes. Una de las cualidades del arte consiste en decir de forma distinta lo mismo que muchos otros han dicho, y este jovencito irlandés (de piel muy blanca y ojos aún más azules) ha confirmado en este segundo disco sus habilidades estéticas.

Conor J. O´Brien compuso su primera canción a los doce años, justo una semana después de que su hermano le regalara una guitarra. Su primer Lp, Becoming a Jackal de 2010, fue calificado por algunos críticos como el mejor disco debut de una banda irlandesa desde U2 y le granjeó uno de los reconocimientos musicales más respetados de la industria, el Ivor Novello a la mejor canción en 2010 (Best Song Musically and Lyrically). Conor compuso, produjo, diseñó el arte y, a excepción de las cuerdas y el corno francés, grabó todos los instrumentos de Becoming a Jackal. Después armó una banda para tocarlo en vivo y durante dos años estuvieron de gira, lo que generó confianza entre ellos y derivó en un segundo disco, ahora sí, trabajado en grupo. El debut fue sorprendente, la continuación lo supera.

Awayland destaca, primero que nada, por la gran capacidad de O´Brien para generar canciones memorables. Búsqueda poética, laberintos líricos, líneas hipnóticas, metáforas contundentes:

I waited for Something, and Something died; so I waited for Nothing and Nothing arrived

It’s our dearest ally, it’s our closest friend; It’s our darkest blackout, it’s our final end…

Pero también por la paleta de sensaciones que se escuchan en el disco: nostalgia, ansiedad, sorpresa, ternura, piedad, y por los arreglos orquestales a cargo del tecladista Cormac Curran. A diferencia de Becoming a Jackal, en Awayland los Villagers se dieron el lujo de incluir elementos electrónicos que, más que distraer o entorpecer la evolución de las canciones, amplía sus cualidades tímbricas. Por si fuera poco fue producido y mezclado por dos integrantes del grupo en su país natal.

A riesgo de que se me juzgue por sobrevalorar el trabajo de estos irlandeses, me atrevo a decir que el primer sencillo del disco, Nothing arrived, es un buen ejemplo de cómo una canción pop puede rayar la perfección. ¿O ustedes qué opinan?

VILLAGERS – Nothing Arrived from Alden Volney on Vimeo.