Por: Omar Morales @OmarInMorales

Sharon Van Etten nació en la tierra de Tony Soprano (New Jersey). Hija de un programador y una maestra de historia, ambos amantes de la música, esa niña de aspecto frágil desarrolló su instinto melódico entre vinilos, conciertos y la banda imaginaria que formó con sus hermanos.

La historia previa a su transformación en estrella del indie pop (por absurda que parezca esta combinación de vocablos) es envidia de cualquier melodrama o libro de autoayuda: Una joven Sharon se enamoró de un cretino mayor que tocaba la guitarra en una banda de rock. El individuo en cuestión gastaba buena parte de su energía en aplastar la autoestima y creatividad de la joven Sharon. Ella sólo intentaba plasmar sus miedos y ansiedades en canciones francas y minimalistas, mientras que él hacía todo lo posible por convencerla de que como cantante y compositora era poco menos que basura.

Como cumbre de sus patanerías el cretino llegó a romper una de las guitarras de Sharon, pero afortunadamente la tímida joven se hartó de ser un espíritu sometido y una noche lo abandonó. Durante los seis años que vivió con él no vio ni habló una sola vez con sus padres, así que cuando Sharon tocó a la puerta de su casa en New Jersey el día de acción de gracias, su madre casi se desmaya al abrir.

A la fecha siguen reconstruyendo su relación, pero en ese momento sus padres la apoyaron y encausaron en los ríos musicales y Sharon Van Etten grabó su primer disco en 2009. Con una voz rota y producción minimalista cantó sus pesares y eligió un título inmejorable: Beacuse I was in love

En cinco años la transformación de Sharon Van Etten ha sido asombrosa: recobró la confianza en sus canciones, liberó una voz de timbre inconfundible, aumentó sus capacidades como intérprete, arreglista y compositora, ya no se encorva ni oculta el rostro e incluso se atrevió a tomar la batuta en la producción de su cuarto disco de estudio. Del cretino ya sólo queda un mal recuerdo, aunque me pregunto si Sharon hubiese explotado como artista sin el impulso emocional que le proporcionó aquel imbécil

Mismo contenido, envoltura distinta. Con poca imaginación este podría ser el slogan promocional del cuarto disco de Sharon Van Etten, canciones lentas y conmovedoras con mejor presentación. Sus grabaciones anteriores pecaban de monotonía, de su primer disco hacia acá pasó de las armonías básicas de guitarra y voz a un complejo trabajo de arreglosmusicalesy detalles sonoros (complejo en comparación con sus inicios, claro está).

Are we there es un disco con 17 músicos involucrados que incluye cuerdas, alientos y percusiones orquestales, órganos vintage y percusiones electrónicas, además de la formación básica de guitarra, bajo y batería del pop. Su espíritu libre ha influido en sus capacidades vocales, mejorando considerablemente en matices, rango y potencia.

Elegía de la codependencia,las composiciones de Sharon siguen atrapadas por los demonios y ansiedades del amor,pero hay un par en su nuevo disco por donde se filtra un poco de luz. En general Are we there es un disco lleno de lamentos, una oda a las malas decisiones, al arrepentimiento, pero que termina con una risa oculta en los últimos segundos de la canción final.

La gran virtud de Are we there es la expansión estética que Sharon Van Etten ha logrado en tan poco tiempo y con tan buena factura. Mis favoritas del disco: Your love is killing mepor sus frases (Break my legs so I won’t walk to you, cut my tongue so I can’t talk to you, burn my skin so I can’t feel you, stab my eyes so I can’t see),Nothing will change por sus alientos,y Taking chances por su sopor electroacústico.

Sharon Van Etten, “Taking Chances” Official Music video from Michael Palmieri on Vimeo.