No nos advirtieron que en esa familia había un intercambio secundario, lúdico, bromista y, en última instancia, satánico.
Ir a Xochimilco (llegar a un embarcadero turístico al sureste de la Ciudad de México, abordar una trajinera y pasear por los residuos del lago) es una experiencia de lo más alegre y pintoresca, a menos que te resbales…
Como no soy muy extrovertido ni altisonante, siempre se me ha dificultado dar el grito de Independencia. A la hora en que otros vociferan, con exaltación tricolor, “¡Viva México!”, yo asiento en silencio como si estuviera en una sala…