En 2011, Leonora Carrington, pintora, escultora, escritora y una de las máximas exponentes del surrealismo, murió a causa de un problema respiratorio.

Ahora, el Fondo de Cultura Económica (FCE) edita Leche del sueño, una serie de cuentos con personajes fantásticos, acompañados por dibujos originales que Leonora regaló a sus hijos durante su infancia.

El cuaderno donde la escritora plasmó estas historias estuvo durante 20 años en manos del escritor Alejandro Jodorowsky, quien regresó este valioso material a sus dueños originales: Enrique y Gabriel. Ahora los lectores pueden adentrarse en el mundo de la artista a través de esta obra resguardada durante mucho tiempo.

Chilango conversó con Gabriel Weisz para conocer más acerca de su madre y de este maravilloso libro.

¿Qué sintió al ver, después de tantos años, este cuaderno?

Fue una gran sorpresa, no sabía qué tenía adentro hasta abrirlo. Poco a poco me fueron llegando estas imágenes y memorias de un tiempo que ya no tenía registrado.

¿Qué edad tenía cuando le contaba estas historias?

Cuatro o cinco años.

¿De dónde venían las historias?

Nos leía cuentos y los inventaba. Cuando estábamos cerca de la casa donde ella se crió en Inglaterra, había montoncitos de rocas y hacía historias sobre todo tipo de personajes que habitaban entre ellas. Tomaba ocasiones así para inventar algún relato.

¿Qué le provoca releerlos?

Me parece que son relatos llenos de un sentido del humor muy especial. Era la manera en que ella construía una realidad humorística alrededor suyo. Es un encuentro con un cotidiano extraordinariamente humorístico en donde uno descubre a personajes que son tan diferentes a lo que conocemos que causan sorpresa y admiración.

¿Qué tipo de humor?

A veces hablamos de lo monstruoso, pero yo no lo veo aquí. Se trata de una especie de comicidad, pero oculta. No es la comicidad del pastelazo, tiene un sentido del humor muy sutil y que hay que pensar para entender.

¿De qué manera estas historias y personajes marcaron su infancia?

Aprendí a mirar las cosas de una manera completamente distinta y trataba de encontrar otro significado a las cosas que me rodeaban. Si no tenemos esta facultad, el sentido imaginario va desvaneciéndose.

¿Hay alguna historia o personaje que recuerde con más cariño?

Todos me parecen muy entrañables e interesantes. Cada uno lleva a un terreno completamente distinto, por los dibujos y por relatos mismos.

En el texto que escribió para el libro, Ignacio Padilla habla sobre cómo Leonora estaba más cómoda con el cuento que con otros géneros, ¿por qué?

Yo no estoy de acuerdo para nada. Se conoce muy poco de lo escrito por mi madre, hay pocas traducciones de sus otras novelas. Ella se sentía muy bien escribiendo novelas, obras de teatro y cuentos. Tuvo muchas experiencias como escritora y le fue muy bien.

¿Cuál es el valor de recuperar estos cuentos?

Siempre hay una enorme fortuna de poder encontrar estos tesoros del imaginario. Son relatos que grandes y pequeños pueden disfrutar, y me parece muy importante que la gente tenga acceso. La literatura infantil de ahora está muy controlada y especializada, en lugar de ser simplemente literatura.

¿Cómo es ser hijo de Leonora Carrington?

Yo me sentía con mi mamá. Habría que distinguir a la artista que se sentaba frente la tela del cuadro de la madre que cuidaba a sus hijos. Quizás la diferencia es que hablábamos de cosas distintas y tratábamos de enfrentar el mundo cotidiano lo mejor que podíamos. No sé como le hagan otras personas, pero nosotros tratábamos de construir un nuevo mundo porque del que venían mis padres era uno de guerra y enorme violencia.

¿Se valía de su arte para hacer esta reconstrucción?

Era a través de su arte, de conversaciones, de vivir su día en México.

¿Qué es lo que más extraña de su madre?

Su presencia.

¿Cómo la recuerda?

Una persona se recuerda por su aspecto, su sonrisa, sus conversaciones, su tristeza, su amor. Este tipo de elementos son los que recurren a mi. Me entristeció no poder seguir trabajando con ella, la oportunidad de conversar e intercambiar ideas, reírse un poco.

¿Hay influencia de su madre en su trabajo?

Yo me eduqué artísticamente con ella, pero hubieron muchos otros elementos que también formaron parte de esa educación. No sólo se hablaba de arte.

¿Cómo percibía Leonora la infancia?

A veces le gustaban ciertos niños, pero en general no. Es algo que le pasa a todos. Había, excepcionalmente, algunos niños y niñas que le parecían interesantes.

¿Qué pensaba de la muerte?

Tenía mucho miedo de la muerte porque era lo desconocido. El imaginario de la muerte puede ser bastante terrorífico. Pero al final encontró una manera de acercarse. Ella sabía que se estaba muriendo y poco a poco fue caminando hacía allá.