Escobedo murió tras una larga batalla contra el cáncer pero tuvo la oportunidad de planear, vivir y montar su retrospectiva en el Museo de Arte de Moderno, que sin duda fue uno de los grandes proyectos del año.

Estudió en el Royal College of Art de Londres de 1951 a 1953. Durante su estancia en Europa encontró en la escultura su medio de expresión y descubrió el bronce como su materia prima. Sin embargo, a su regreso a México luego de exhibir en la Galería de Arte Mexicano, optó por nuevas investigaciones conceptuales y estéticas, enfocándose hacia la escala humana y el uso de nuevos materiales en su obra.

Mathias Goeritz quien, consciente de su talento, la impulsó a explorar nuevos caminos que implicaban la integración de arquitectura y escultura.

El año de 1968 fue clave en su vida personal y profesional pues conoció a Mathias Goeritz quien, consciente de su talento, la impulsó a explorar nuevos caminos que implicaban la integración de arquitectura y escultura. Ese mismo año, Goeritz la invitó a participar en «La Ruta de la Amistad», proyecto escultórico que se desarrolló para las Olimpiadas y para el cual Escobedo realizó la pieza Puertas al viento, que aún hoy esta localizada en Cuemanco.

A la par de su práctica artística, Helen Escobedo fungió también como funcionaria cultural. En 1961 fue nombrada jefe de Artes Plásticas del MUCA y en 1974 pasó a ser Directora de Museos y Galerías de la UNAM. Durante esos años, Escobedo apoyó nuevos talentos y prácticas artísticas poco reconocidas como el performance o la instalación. De 1982 a 1984 fue directora del Museo de Arte Moderno, abriendo las puertas de ese museo a nuevas expresiones artísticas.

Fue una artista que se distinguió por mostrar un verdadero compromiso con el arte, la ética y la búsqueda de nuevos lenguajes. Pionera de la instalación, del uso de materiales poco tradicionales e impulsora de nuevos talentos, Helen Escobedo sin duda deja un hueco difícil de llenar en la historia del arte del país.