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Es importante notar su biografía: Francis Bacon (Irlanda, 1909) vivíainmerso en el alcohol, los bares, el box, los amantes homosexuales recogidosdel barrio bajo londinense. Un tipo sin educación alguna, de cultura apabullantey profunda, que nunca logró ajustarse a las directrices muy claras de sufamilia acomodada. Pintaba y construía muebles, vendidos a la pequeñaburguesía, y a los 30 años apenas había enseñado algunos de sus cuadros.

Pero su imaginario estaba en ciernes, se construía oculto.Un libro de inclemencias dentales, otro de iconos rusos del bajo Medioevo,algún otro de Velásquez, los toros, la muerte, la violencia, la locura, elsilencio. Bacon comenzó a pintar bien entrada su edad adulta y habría deaportar, cuando menos, una visión única e inolvidable en los anales del arte.Se convirtió en el nuevo artista de las pesadillas.

Sus obras más reconocidas (y comparto como las mejores)tienen elementos contrastantes, desequilibrantes, sorprendentes, gozan de una enormeviolencia y horror. En ellas, suertes de escenarios minimalistas yultramodernos albergan cuerpos desfigurados, maltratados, olvidados, llenos demuerte. Figuras bien estudiadas, que por su precisión y detalle contrastanradicalmente con la limpieza de sus alrededores y rompen cualquier esquema.Como si Bacon quisiera violentarnos, agredirnos, nos resiente.

¿No es extraordinario lograr una belleza con la pesadilla?¿No es admirable que de los dedos de un hombre salgan ideas tan complejas,contradictorias, tan humanas? ¿Cómo puede agredirse al espectador y aún así servenerado?

En la vida y obra del irlandés hay un dejo de resentimiento.Nunca quiso ni fue capaz de la normalidad, para él era todo un maldito cuento.El box: la violencia desmesurada que se permite, se estudia, a veces se hacearte. Así era Bacon, un maldito para con la vida entera, un violento.

Tal vez estemos exagerando, seamos muy teatrales, pero asíes la obra de la que hablamos. No hay espacio para el humor, ni hayconcesiones. El hombre murió en un estudio abultado, todo tirado, con imágenesde sus motivos favoritos recortadas, pisoteadas, olvidadas. Un cerdo.

Si la violencia generara nada más que violencia, no valdríala pena acercarse a este enorme artista. Sin embargo, es tal la profundidad desu trazo que lo agresivo no es más que un escaparate hacia lo humano, loterrible, lo trágico, lo absurdo. Lo que nos duele, humilla y aterra. Lo quesiempre tratamos de ocultar.

Así, el cerdo violento se convierte en un iluminado. Alguienque logra compartirnos su dolor por el único medio que pudo conocer bien: laimagen.