El Google Art Project es una nueva plataforma del gigante cibernético que se incluye en su nombre. En los rincones de su portal, uno puede visitar 17 de las galerías y museos más importantes del mundo, entre los cuales se incluyen el de Arte Moderno de Nueva York, la National Gallery de Washington, el Hermitage de San Petesburgo, entre otros. La teconología para hacerlo, perfeccionada por la compañía californiana, es la misma que los usuarios de Google Street View están acostumbrados a utilizar.

Aunque todavía no están incluidas la gran mayoría de las salas que albergan estos espacios, ni tampoco muchas de las piezas exhibidas en las salas que sí se incluyen en el proyecto, el embalaje tecnológico es admirable: si uno decide ver una reproducción en alta definición de alguna obra, a un costado pueden apreciarse todas sus informaciones, su historia, la biografía del autor, videos relacionados, muchas cosas. Sucede lo mismo con las salas registradas y con los museos en términos globales. Es una máquina de información casi perfecta.

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Museo4 (Google Art Project)


Como también resultan simpáticos los recorridos: si bien uno no puede ver ninguna obra con claridad con tan solo pararse frente a ella, sí puede apreciar con nostalgia (si ha visitado el lugar donde está parado) los pasillos de un museo de su preferencia y jugar a visitarlos de nuevo. Es un buen truco de la memoria.

Sin embargo, ahí se encuentra la maldición propia del Project. Por un lado, su oferta como filtro de información cultural es apreciable, pero de alguna manera inútil. Quita de las manos la posibilidad de investigar todo lo que uno quisiera saber sobre William Blake, pero a sus tiempos y con métodos personales. Borra la emoción de la investigación enciclopédica o virtual.

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Sentarse a esperar (Google Art Project)


Pero, de manera más importante, no agrega nada a la experiencia vital del arte: encontrarse, uno a uno, con una pieza. Las imágenes encontradas en la red tienen la misma cualidad que las de un libro, siempre sujetas a la calidad fotográfica y a las injusticias de la cámara.

Recuerdo, por ejemplo, cuando pude ver El Jardín de las Delicias de Jerónimo Bosch en vivo. Por más que había ya visto la obra en un millón de fotos, por más que conocía por literaturas de su historia y contenido, el impacto que generó en mi ver tan mínimo retablo frente a mis ojos fue total e inolvidable. Google nunca podría hacerle justicia a dicha experiencia.

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Museo2 (Google Art Project)


Más allá de eso, hay que reconocer las limitantes de mi propio argumento: si para algo podría servir el Google Art Project es para incitar, por medio de las visitas virtuales, las visitas reales. Meter ése gusanito de interés en la gente, invitarlos a la experiencia de los grandes museos.

Lo que temo es que no vaya a servir ni para eso. Creo (cuestión de fe, de ahí la apuesta) que va a funcionar como una herramienta que el usuario promedio utilizará por unos minutos, para sorprenderse de su tecnología, y olvidará de ahí en fuera. Porque, insisto, no agrega nada más a lo que ya sabemos o podríamos saber por otros medios.

Habrá que esperar
. Espero no haberlos aburrido con tonos tan serios y opiniones tan personales, pero hay veces que así salen las palabras. Por lo pronto, espero disfruten y piensen algo de tan interesante experimento.