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Relativamente desconocido fuera de su natal Japón, TakatoYamamoto fulgura dentro de las tinieblas de su narrativa gráfica. Ilustracionesaltamente detalladas coinciden con el erotismo, la esclavitud, el surrealismo ylo fantasmagórico. Sombríos, carentes de emociones y de facciones estoicas, loshermosos seres del nacido en Akita, cohabitan indefensos con colores tenues ycráneos carcomidos.

La luna sirve de huésped para el banquete de tortura ysumisión organizado por espectrales emperadores y aristócratas del periodo Edojaponés.
Mujeres sometidas y varones andróginos de prendasdesgarradas intrigan perturbadores con la elegancia característica de laestética de grabados del Ukiyo y un poco de las extrañas ilusiones de ToshioSaeki, para algunos, padre de la eroticajaponesa.

Entes híbridos compuestos de partes desmembradas y rostrospálidos e inmaculados que esbozan subyugo, resaltan recurrentes como el motivoconductor. Un tosco boceto a lápiz mecánico desemboca en un canvas escrupuloso cincelado porpigmentos acrílicos que le toman a Yamamoto de una semana a un mes, dependiendode las dimensiones de la creación.

Melancolía, metamorfosis, cuerpos fosilizados en árbolesañejos, semblantes vampirescos que remiten sutilmente a los trazos de YoshitakaAmano en el manga de Vampire Hunter D. El refinado nipón nostraslada a las noches más voraces a la vez que nos toma de la mano.