Rent

La mayoría de las obras teatrales soportan el paso del tiempo. “Rent” tiene en su contra un hecho que pocos textos enfrentan: se volvió anacrónica.

La obra habla sobre un grupo de amigos en tiempos del SIDA, dentro de una subversiva escena en Nueva York. Por un lado, el SIDA ya no es necesariamente una sentencia de muerte; por otro lado, el Lower East Side ya no es un punk, ni escena para junkies, ni artistas tratando de sobrevivir, ni mucho menos es un lugar para minorías. Con la globalización, hoy esa zona de Nueva York alberga tiendas como John Varvatos, el exclusivo hotel Bowery y supermercados poco accesibles como Whole Foods Market. Los artistas se han mudado a Brooklyn, y la diversidad sexual ya no está ubicada en un ghetto como tal.

Eso no quiere decir que “Rent” haya perdido significado en lo absoluto. Mucho menos que ya no sea de vital importancia. No por nada ganó el Premio Pulitzer. Simplemente el espectador tiene que ubicarse en que esta obra se escribió a principios de los noventa y que el mundo -¿quién iba a pensarlo?- cambiaría radicalmente casi inmediatamente.

Pero “Rent” tiene un mensaje global que jamás será anacrónico: hay que vivir el hoy, en el ahora. La vida se nos va en un instante. ¿Estamos haciendo lo que nos gusta? ¿Estamos viviendo la vida que soñamos? ¿Con la gente que queremos? Y además de esto, la propuesta de Diego Del Río -quien debuta en el género musical con el pie derecho- llega en el momento en el que la comunidad LGBTI más que enfrentar la amenaza de muerte por el SIDA, enfrenta la amenaza más grave de todas: la de una sociedad de doble moral disfrazada en una falsa religión, dispuesta a coartar el derecho más básico de los humanos: la libertad, la libertad de ser, la libertad de expresión, la libertad de amor.

En “Rent”, tanto la comunidad LGBTI como sus familias y la gente pensante, encontrará un refugio a quienes defienden a “la familia tradicional” pero que no tiene remota idea de qué es el amor.

“Rent” más que invitar a la tolerancia, invita a la aceptación, a la inclusión. Es una fiesta -triste por momentos- que celebra la amistad, la camaradería, el amor y el respeto por todo tipo de vida.

Ubicada en el Teatro Milán -escenario perfecto, pues así realmente inició en off-Broadway, con sólo 200 a 250 butacas-, la obra se desarrolla en un pequeño escenario perfectamente aprovechado por la genialidad del escenógrafo Jorge Ballina (“El curioso incidente del perro…”) y bajo la certera dirección de Del Río, -quien lo mismo brinca de una íntima obra como “Duele” a la majestuosidad de “Master Class” o a experimentos como “Entonces Bailemos”-; esta versión de “Rent” evoca la nostalgia como pocos revivals.

La música de la obra de culto de Jonathan Larson es simplemente estremecedora. Y de hecho creo que después de Del Río y Ballina, quien merece el reconocimiento es Memo Palacios, como director musical. ¡Bravo por su música en vivo!

La historia es protagonizada por Roger (Kike Jiménez) y Mimi (Daiana Liparoti) y narrada o, mejor dicho, documentada por Mark (Rodolfo Zarco) -quien en tiempos de “Rent” registraba todo en una cámara de 8 mm-, y aunque los tres tienen buena voz y excelente presencia, de repente son un poco eclipsados por quienes tienen partes más pequeñas.

Gimena Gómez como Maureen, Iker Madrid -quien además tradujo el texto junto al director- como Tom Collins y Luis C. Villarreal en el personaje más entrañable de todos (Ángel) tienen un desempeño actoral y vocal de ovación.

Como toda obra en previews, faltan dos o tres detallitos que ajustar, pero sin duda me gustaría ver a Jerry Velázquez (“Eres bueno, Charlie Brown”) en el papel central de Mark (es understudy de Zarco y tiene distintos personajes a lo largo de la obra), pues tiene el rostro y la versatilidad que requiere Mark para volverse entrañable, justo como su Charlie Brown.

¡Larga vida a “Rent” y le deseamos al elenco y a Diego del Río que se mantenga una eterna temporada en el Milán!