Lo que queda de nosotros

El reestreno de esta obra del director Alejandro Ricaño nos recuerda que los niños no sólo viven de esas fantasías –escapistas, sanitizadas, exentas de toda amenaza– propuestas por Disney: a veces también necesitan enfrentar el abandono real, la muerte de un ser querido y la deriva emocional que eso conlleva.

Con una estupenda puesta en escena que apela a público mayor de 10 años, los autores cuentan la historia de Nata (Sara Pinet), una adolescente dolorosamente enojada, confundida, que abandona a su perro Toto (Raúl Villegas) en un parque, en un acto desesperado de pánico/rabia/desasosiego inherente al duelo irresuelto por la muerte demasiado temprana de sus padres.

Ganadora del Premio Bellas Artes de Obra de Teatro para Niños 2014, este magnífico texto se estructura a través de lo que nos cuentan Nata y Toto (si acaso la única debilidad de la obra sea precisamente eso, el exceso de narración): aquella vez que Toto fue atropellado y perdió una pata, las veces que Nata fue puesta al cuidado de su tío alcohólico. Mención aparte merece el placer que da al espectador aventurarse dentro de la mente de un perro, esos seres que nos aventajan claramente con su falta de rencor, su completa entrega a la felicidad, al miedo, al descanso.

Además de ser endemoniadamente emotiva, Lo que queda de nosotros se da el lujo de tocar algunos temas importantes, como el abuso y abandono de animales en la ciudad y la desintegración de una sociedad que no sabe qué hacer con su creciente tribu de tristes.

Además de Villegas, quien hace un trabajo entrañable en el retrato de Toto, resalta también la música en vivo, que acentúa y complementa cada situación. Una obra ampliamente disfrutable para el público joven y el no tan joven por igual.