Ifigenia cruel

Por Roberto Marmolejo.

Sin memoria y sin rumbo, una Ifigenia madura y cansada reflexiona sobre su origen y el destino que le espera en Táuride, donde la diosa Artemisa le ha dado las funciones de sacerdotisa y sacrificadora. Las líneas de Alfonso Reyes (Monterrey, 1889-Ciudad de México, 1959) resuenan con la potencia de una poesía finamente elaborada: “Ay de mí que nazco sin madre/ y ando recelosa de mí,/ acechando el ruido de mis plantas/ por si adivino adónde voy…” Ifigenia no recordará nada de su vida anterior hasta que su hermano Orestes le revele la trágica historia de la casa Atrida: un linaje ensangrentado.

No es gratuito que Juliana Faesler y Clarissa Malheiros, directoras de esta versión del poema dramático de Reyes, comiencen su propuesta con un video documental sobre la Decena Trágica (1913), ese episodio del movimiento revolucionario que terminó con el derrocamiento y el asesinato de Francisco I. Madero. En esa misma refriega militar, murió el general porfirista Bernardo Reyes, padre del escritor y diplomático mexicano que después, comenta Faesler, «escribiría Ifigenia cruel como una forma de exorcizar su pasado».

La memoria personal e histórica es fundamental para ambas directoras, quienes buscan encarnar la abstracción poética de Reyes en sus actores: «Cada uno buscó qué le decían los versos de esta Ifigenia, para decirlos y descubrir su significado desde su propia experiencia», comenta Juliana. Además, como directora buscó enfatizar cierto carácter político de la obra: «La sacerdotisa también es Reyes, que quiere reconciliarse con México a través del reconocimiento de este país sangriento y deseoso de sacrificio».

La piedra angular de la propuesta es Julieta Egurrola, con colmillo escénico y gran habilidad para el teatro en verso, devela el interior de sus textos, a pesar de la abstracción y la calculada frialdad de Reyes. La fuerza emocional de Egurrola da vida a Ifigenia de carne y hueso. Alrededor de ella, gravita un grupo actoral solvente: Marco Antonio García (Toas), Andrés Weiss (Orestes), David Calderón (Pílades), Ana Isabel Esqueira y Jerónimo Best (coro).

La música incidental escrita para este espectáculo por intérpretes del Centro de Experimentación y Producción de Música Contemporánea (Cepromusic), redondea el montaje. «Y precipita la catarsis, tanto como entrama la atmósfera invisible del torrente interno que la anima», explica Faesler.

Quizá sea un montaje difícil para el espectador común de teatro. Y hay razones: teatro en verso, abstracción poética, lenguaje cifrado… sin embargo, Ifigenia cruel vale la pena por sus valores de producción, de actuación y como reto a nuestra propia complacencia. Y como celebración escénica por los 80 años del entrañable “teatro blanquito” que no invita a cualquiera a su escenario.